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TOGETHER WITH YOU - VICTORIA BYLIN
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TOGETHER WITH YOU - VICTORIA BYLIN
Together with you
Un romance contemporáneo de cómo encontrar un amor inesperado.
Cuando una alerta de que un niño se ha extraviado explota por los parlantes del centro comercial, la gerente de la tienda de juguetes Carly Mason encuentra a la niña jugando con un conejo de peluche. Algo sobre Penny Tremaine, de cinco años, es diferente. Carly como ex trabajadora social reconoce que Penny sufre los efectos del alcoholismo fetal, y una parte del pasado de Carly la confronta de repente. Nunca más Carly se involucrará con un cliente. Los riesgos son demasiado grandes. Pero algo sobre Penny, y el apuesto padre de Penny, jala del corazón de Carly. Antes de que pueda pensarlo bien, acepta un trabajo muy necesario como niñera.
El Dr. Ryan Tremaine sabe que arruinó su vida. Pero este verano se redimirá. Con su ex esposa casada y en un viaje lejos, sus dos hijos adolescentes y Penny viven bajo su techo a tiempo completo. Ryan tendrá que actuar sí o sí, hacer un plan para volver a conectarse con sus hijos. El primer paso: reclutar a Carly Mason para que sea la niñera de Penny.
Ryan nunca anticipó sentirse tan atraído por Carly, una atracción que Carly parece luchar tanto como él. ¿Podría Carly ser la pieza que falta para ayudar a su familia a mantenerse a flote, o su floreciente romance solo complicará más las cosas?
32 Capítulos y Epílogo
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Re: TOGETHER WITH YOU - VICTORIA BYLIN
Gracias..
Jesi- Traductora
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 26/08/2020
Edad : 35
Localización : Argentina
Re: TOGETHER WITH YOU - VICTORIA BYLIN
1
El empleado de McGill's Sporting Goods, un estudiante universitario de cabello color café, presionó un botón para pasar la cinta de papel a través de la caja registradora, pero se atascó por tercera vez. Frunciendo el ceño, tiró el recibo arrugado a la basura. ―Lo siento, señor. Sé que tiene prisa.
―Sí, así es. ―El Dr. Ryan Tremaine habló con los dientes apretados, pero no culpó al empleado por su situación. Había sido un idiota al dejar a sus dos hijos menores, Penny y Eric, fuera de su vista, pero había perdido la paciencia con Eric por berrinchudo y Penny por quitar las etiquetas de las camisetas de rugby. Con la esperanza de estarlos vigilando, les había permitido ir al centro de comidas a comer un helado mientras él pagaba los zapatos de béisbol para Kyle, su hijo mayor.
Fue una mala decisión y Ryan lo sabía. El centro comercial, abarrotado este sábado por la tarde de junio, era un lugar peligroso, especialmente para una niña con necesidades especiales y un niño de trece años que tenía lo que un terapeuta familiar llamaba “problemas”.
Kyle se colgó al hombro la bolsa que contenía la caja de zapatos. ―Están tardando una eternidad. Tal vez debería ir a fijarme cómo están.
Ryan estaba a punto de estar de acuerdo, cuando la caja registradora escupió el recibo de un kilómetro de largo. El empleado lo arrancó y se lo entregó con un gesto de triunfo. ―Ahí tiene, señor. Perdón por el retraso.
Ryan lo agarró y se dio la vuelta sobre sus talones. Con Kyle a su lado, salieron con rapidez de la tienda hacia la plaza de comidas. Ryan le había dado a Eric un billete de veinte dólares y las instrucciones para comprar los helados que él y Penny quisieran, y luego esperar frente a la heladería. Caminando hacia la heladería, echa un vistazo al mostrador, vacío excepto por un trío de chicas adolescentes que reían. Su mirada se dirigió rápidamente a las mesas frente a la heladería, también vacías, después a un mar de sillas de madera medio llenas, y mesas de fórmica color gris.
―¿Los ves?― le preguntó a Kyle.
―Todavía no.
Ryan se centró en un rostro a la vez. Oftalmólogo de profesión, tenía una visión mejor que 20/20, lo que hizo que su incapacidad para detectar a Penny y Eric fuera aún más preocupante. A pesar del aire acondicionado, gotas de sudor le bajaban por el cuello y la espalda.
Kyle señaló un sitio alejado del centro de comidas. ―Ahí está Eric.
Ryan avistó a su hijo saliendo de una sala de videojuegos llena de sombras, luces intermitentes y niños que parecían tan rebeldes como Eric con su camiseta de zombi y pantalones holgados. Eric no tenía nada que hacer en ese lugar, especialmente con Penny. Ella tenía cinco años y padecía de FASD, trastorno del espectro alcohólico fetal, una condición que le afectaba de muchas maneras, incluida la sensibilidad al ruido, la luz y los olores. Si Eric la hubiera llevado a la sala de juegos, cualquier cosa podría haber pasado: un colapso, que haya huido, tal vez para esconderse. Lo había hecho un par de veces en la casa, y Ryan lidió contra el pánico hasta que la encontró.
Cinco pasos más allá de la sala de videojuegos, Eric se detuvo. El pánico brilló en su rostro como la luz del sol en un espejo, rebotó hacia Ryan y lo cegó con un terror tan feroz que dejó de respirar. Solo había una explicación. Penny estaba perdida.
Fue culpa de Ryan, no de Eric. El FASD también fue culpa suya. Penny había sido concebida en un amorío que arruinó su matrimonio, producto del impulso y el exceso de ginebra para ahogar las penas, al menos por un tiempo. Cuando la madre de Penny murió hacía seis meses, él tomó la custodia e hizo un voto solemne de nunca volver a fallarle a su hija. Al parecer, era una promesa que rompía a diario. No importa cuánto trató de conectarse con ella, ella todavía lo llamaba Dr. Tremaine en lugar de papá.
Su relación con sus hijos mayores no era mejor, pero su ex esposa estaba en una excursión misionera de la Iglesia y tenía a los niños bajo su techo por tres meses. Decidido a reconstruir su confianza, había escrito lo que él llamaba la lista SOS: cosas que una familia hacía y disfrutaba juntas, cosas que los unían. Tradicionalmente, SOS significaba Salva nuestras almas, pero Ryan no creía en Dios. Para sus propósitos, SOS significaba nadar o ahogarse, que es lo que él y sus hijos harían este verano.
Con Penny desaparecida, se hundían con fuerza y rapidez.
Eric lo vio y saltó a correr. Detrás de él, un oficial de seguridad uniformado lo persiguió mientras hablaba por un micrófono atado a su cuello. No tenía sentido, a menos que el hombre supiera algo sobre Penny.
El terror atravesó a Ryan como un riff de una guitarra eléctrica, aunque nadie podría saberlo al ver su rostro. Con cuidado, inexpresivo y en control, hizo a un lado el pánico en ascenso a pesar de la imagen mental de Penny perdida en el centro comercial. Con su cola de caballo rubia y ojos azules, era una niña hermosa. Y vulnerable. . . más vulnerable que la mayoría de los niños debido a la forma en que el alcohol había afectado su cerebro fetal. En lugar de ser tímida por naturaleza, acudiría a cualquiera, especialmente a un hombre amable ofreciéndole dulces. . . que la llevaría a dar un agradable paseo en su lindo coche.
Mantente razonable, se dijo Ryan. Averigua los hechos. Pero no pudo desaparecer las imágenes feas o el miedo, y cuando tragó, el ácido le quemó la garganta. Obligado a tragar la bilis, llamó a Eric sobre el estruendo y el ruido en el centro de comidas, ―¿Dónde está tu hermana?
La cara regordeta de Eric se arrugó en un nudo. ―Le dije que se quedara en la sala de juegos.
Kyle los alcanzó. ―No la veo por ningún lado.
―¿Dónde está ella?― Ryan le repitió a Eric.
―No lo sé.
Frenético, recorrió en línea recta la tienda de dulces y las solitarias máquinas de chicle. Miró por todas partes, pero no había señales de Penny.
―¿Señor?― La voz profunda vino por encima del hombro de Ryan. Al volverse, vio al oficial de seguridad con los pulgares enganchados en un grueso cinturón negro.
―¿Es este tu hijo?― preguntó el hombre.
―Sí, lo es.
―Soy el oficial Lewis, y estoy aquí por un incidente de robo―. Antes de que Ryan pudiera reaccionar, el oficial bajó la barbilla hacia Eric. ―Estabas en el mostrador de premios, ¿cierto?
Eric miró sus zapatos. ―Sí, pero-…
―El gerente te vio tomar dos barras de golosinas. Te los metiste en el bolsillo y corriste hacia la puerta.
La mente de Ryan daba vueltas en torno a terribles consecuencias, pero Penny estaba en mayor peligro. ―Oficial, espere. Mi hija ha desaparecido.
La atención del hombre voló hacia Ryan. ―¿Qué edad tiene ella?
―Cinco.
Con la barbilla hacia abajo, habló por el micrófono atado a su cuello. ―Código Adam, repito, Código Adam. Entendido.
Cuando un coro de voces respondió afirmativamente, Ryan vio la famosa foto de Adam Walsh, de siete años, con una gorra de béisbol roja. El niño había sido secuestrado en un centro comercial muy parecido a este, asesinado y luego decapitado. No. No. No. El terror gritó a través de su cerebro, ahogando la lógica, la esperanza, todo excepto el eco parecido a una alarma de otro fracaso más.
El oficial Lewis se centró en Ryan. ―¿Podría describir a su hija, señor?
―Cabello rubio, ojos azules―. Extendió el brazo para mostrar su altura, vio su mano temblorosa y la retiró. ―Mide unos cuarenta centímetros de altura―. Él lo sabía, porque ella acababa de ir al pediatra.
―¿Qué ropa está usando?
―Un overol de mezclilla y una camiseta rosa―. Ambos arrugados porque la cuarta niñera había renunciado ayer, abandonándolo, y así añadía una tarea más a lista SOS, encontrar una nueva niñera para Penny. Él había planeado este día tan diferente… solo Kyle y él comprando tacos de béisbol y almorzando hamburguesas. Ahora, no podía tachar dichosamente comprando tacos para Kyle de la lista SOS, se regañó en silencio por el descuido que puso a su hija en peligro y también a Eric.
El oficial Lewis repitió la descripción de Penny en la radio y luego le explicó sobre el Código Adam a Ryan. Las puertas principales del centro comercial se cerraban mientras él hablaba, y nadie podría irse sin ser vigilado por un empleado designado del centro comercial. La descripción de Penny saldría en el sistema de megafonía y los gerentes caminarían por los pasillos de sus tiendas. Si no encontraban a Penny en diez minutos, se llamaría a la policía, se abrirían las puertas y la alerta se cancelaría.
Ryan asintió, su rostro inexpresivo, pero sus pulmones agitados revelaban su pánico. Pestañeó e imaginó a Penny en un automóvil, arañando las ventanas, pidiendo ayuda. Parpadeó de nuevo y se imaginó su cuerpo frágil y destrozado en una tumba poco profunda, luego en la morgue, cubierta por una sábana blanca, perdida antes de que él pudiera remediar la forma en que fue concebida.
La mayoría de la gente culpaba a la madre por consumir alcohol durante el embarazo, pero Ryan se consideraba tan responsable como Jenna. Había comprado la ginebra y el vino que habían consumido. Habían creado a ésta niña juntos, se habían dicho mentiras el uno al otro y a sus seres queridos. Qué tonto había sido. Una aventura impulsiva y Penny lo había pagado caro.
Jenna también.
Heather, su ex esposa.
Y sus hijos.
Esa bola de nieve de vidas dañadas tenía que detenerse. Heather había encontrado a Dios y estaba en paz, pero el resto de su familia era un desastre. Dependía únicamente de Ryan reconstruir la familia que había destruido, y eso es lo que pretendía hacer este verano utilizando cada gramo de su inteligencia, voluntad y corazón.
El oficial Lewis apagó el micrófono y sacó una libreta y un bolígrafo de su bolsillo. ―¿Cómo se llama su hija?
―Penny Tremaine. Excepto que no le gustó su nuevo apellido y se negó a aprenderlo. ―O Penny Caldwell, es complicado.
El oficial Lewis garabateó en la libreta. ―No decimos el nombre del niño. Podría darle ventaja a un depredador. Es para la oficial que revisa los baños―. Girándose levemente, habló de nuevo por la radio.
Ryan se volvió hacia Kyle. ―Sigue buscándola.
Cuando Kyle se iba asintiendo con la cabeza, Eric se movió para seguirlo. ―Te ayudaré.
―No―. Ryan lo detuvo con una mano en su hombro. ―Viste a Penny por última vez. ¿Hace cuánto tiempo se fue?
Eric se quitó la mano de encima. ―No lo sé.
―Intenta recordar.
―¡Dije que no lo sé!― Eric hizo una mueca que lo hacía parecer más joven de lo que era. ―Fuimos a la sala de maquinitas. Vio el caballo violeta y quiso montarlo.
―Te dije que fueran a comprar un helado―. La voz de Ryan temblaba tanto como sus manos. ―Eric, esto es serio, Penny está en peligro.
Eric trató de ser fuerte, pero su mirada se dirigió al suelo. Con los hombros encorvados, parecía tan perdido y vulnerable como Penny.
Y fue culpa de Ryan. En un ataque de impaciencia, había puesto la responsabilidad de Penny sobre los hombros inmaduros de un niño de trece años. Si no encontraban a Penny, Eric sufriría una culpa que no se merecía, una culpa que solo le pertenecía a Ryan.
El oficial de seguridad terminó la llamada y respondió. ―Alguien está revisando el baño de mujeres ahora.
―Bien―dijo Ryan secamente, como si estar tranquilo se escucharía así.
―Mientras esperamos, necesito información básica. ¿Su nombre, señor?
Como un prisionero de guerra que da su nombre, rango y número de serie, Ryan recitó su nombre, dirección y tres números de teléfono: celular, casa y oficina. Rodeado de ruido y extraños, temeroso de los pedófilos, atrapado y asfixiado por el remordimiento, escuchó las palabras más condenatorias de su vida en la megafonía del centro comercial.
―Código Adam. Repito, Código Adam. La niña desaparecida es una niña de cinco años con cabello rubio y ojos azules. . . .
******
En el instante en que Carly Jo Mason escuchó Código Adam en Animal Factory, cerró la caja registradora y se preparó para caminar por los pasillos de la boutique de animales de peluche donde trabajaba como asistente del gerente. Las criaturas peludas se alineaban en los estantes, junto con atuendos que los convertían en todo, desde bailarinas hasta soldados, cualquier cosa que un niño pudiera imaginar. A Carly le encantaba, excepto cuando un Código Adam resonaba en el sistema de megafonía del centro comercial. Los niños desaparecían en todas partes, pero sucedía mucho más en Los Ángeles que en su ciudad natal de Boomer, Kentucky.
Cómo ella, una chica de Boomer, terminó en Los Ángeles era una historia dolorosa, una que no le gustaba contar. Tal vez algún día dejaría atrás los problemas en Lexington, pero no sucedería hoy, no con un Código Adam que le recordaba a Allison Drake, una adolescente de FAS apodada Allie Cat. Habían pasado dos años desde que Allison había desaparecido de Sparrow House, el hogar para adolescentes con problemas donde Carly había trabajado como consejera, dos años desde que Carly había arrojado a los lobos a una niña vulnerable de diecisiete años.
Seguía buscando a Allison por internet y esperaba que la chica le enviara un mensaje de texto de la nada, o que tal vez llamara de un número de teléfono que Carly conservaría por siempre, o hasta que encontraran a Allison, viva o muerta. Un dolor antiguo se congeló en su garganta, espesándose hasta que ella se lo tragó. La Biblia dice que ella fue perdonada por la gracia de Dios, pero ¿cómo se perdonaba a sí misma?
Guardándose la llave de la caja registradora, se dirigió a la esquina delantera de la tienda, escaneando los pasillos incluso antes de iniciar el protocolo Código Adam. El primer tramo de la búsqueda la llevó más allá de La cueva del oso, lleno hoy con una fiesta de cumpleaños. Observó detenidamente al grupo, pero no vio a ninguna niña que encajara con el Código Adam. Luego seguía el mundo de la selva. Solo había niños en el pasillo, acompañados por dos adultos atentos.
Con solo el bosque amistoso por revisar, envió una oración por la niña perdida, por los niños y adolescentes perdidos en todas partes, incluida Allison. El corazón de Carly se aceleró lentamente, tal vez por preocuparse demasiado durante demasiado tiempo, pero luego vio a una niña jugando con los conejos de peluche y su pulso se aceleró al galope. Con una cola de caballo rubia y un overol de mezclilla, la niña encajaba perfectamente con el Código Adam. Carly necesitaba llamar a seguridad del centro comercial, pero no quería dejar a la niña ni por un minuto. Se había escapado una vez y podía hacerlo de nuevo. Con su compañera de trabajo supervisando la fiesta de cumpleaños, Carly decidió llevar a la niña al mostrador principal donde podría usar el teléfono.
Los niños de esta edad eran típicamente tímidos y desconfiaban de los extraños, por lo que sacó un León de la estantería, se acercó al lado de la niña y se agachó. Usando el animal de peluche como marioneta, habló con la voz más gruñona que tenía. ―Grrr. Soy Lance el León. ¿Quién eres tú?
La niña esbozó una sonrisa. ―Soy Penny. Tengo un dólar y me voy a comprar un conejo.
―Excelente― declaró Lance sacudiendo su melena leonada. ―Te llevaré a la caja registradora.
―Está bien, pero tengo que elegir cuál―. Penny se volvió hacia el estante y reanudó su búsqueda del conejo adecuado.
Cada segundo era una eternidad para un padre preocupado, pero Carly no quería asustar a la niña apresurándola. Había algo extrañamente intenso en la forma de como fruncía el ceño, la forma cuidadosa en que inspeccionaba a cada conejo antes de arrojarlo al suelo. Con una licenciatura en biología, una maestría en trabajo social y un año de trabajo de doctorado en UCLA, Carly conocía a los niños. Algo en la expresión de Penny le pareció atípico.
Con la esperanza de animar a la niña, tomó un conejo marrón con una barriga blanca y ojos negros. Meneando la cabeza del conejo, hizo que su voz chirriara. ―Soy Tiffany, la coneja y necesito un hogar.
Los ojos azules de Penny se iluminaron. ―Yo también.
―¿Tú también?― preguntó Tiffany.
―Sí― respondió Penny. ―Mi mami no está aquí.
La pobre mujer tenía que estar muy preocupada. Usando a Lance de nuevo, Carly habló con su voz pero con más autoridad. ―Venga conmigo, señorita Penny. Te ayudaré a buscarla.
―Ella está en el cielo.
No . . . No . . . No ésta dulce niña. Una vieja herida se abrió y Carly se tragó un nudo familiar de dolor. Tenía catorce años cuando su madre murió de un cáncer de rápida evolución, dejándola a cargo de su padre y su hermano y hermana mayores. El medallón de oro escondido debajo de su blusa polo roja, tibio por su piel y recuerdos, había pertenecido a su madre y era la posesión más preciada para Carly. Hizo que Lance inclinara la cabeza en una especie de oración. ―Estoy triste por usted, señorita Penny―.
Penny asintió solemnemente. ―También lo estoy.
―¿Tienes papá?― preguntó Lance.
―Algo así…―. Penny lanzó un suspiro muy adulto. ―Sobre todo tengo niñeras. El Dr. Tremaine, es mi papá, trabaja todo el tiempo. Kyle es agradable, pero odio a Eric. Me llevó a la sala de juegos y odio la sala de juegos. Huele mal―. Su labio inferior se asomó, se puso rígido y tembló con la sospecha de un llanto.
Tiffany la conejita saltó al rescate. ―Yo también necesito una mamá. ¿Puedo ir a casa contigo?
Penny levantó su pequeño brazo delgado y le dio una palmada a Tiffany en la cabeza. ―Quiero ésta.
Tiffany se volvió hacia Carly, quien miró a Lance, quien hizo otro movimiento de títere con su melena mientras hablaba con Carly. ―Ambos queremos ir a casa con la señorita Penny. ¿Está bien?
Carly finalmente usó su propia voz. ―Creo que podemos solucionar algo―. Ya había decidido comprarle los dos animales a Penny, quien probablemente no entendía las etiquetas de precio. Cada dólar contaba para Carly, pero podía vivir de sopas instántaneas unos días más. Consciente del Código Adam y del límite de diez minutos, colocó a Lance debajo del brazo y tomó la mano de Penny. ―Vamos a pagar.
Penny tomó la mano de Carly como si ya fueran mejores amigas, y caminaron juntas hasta el mostrador donde Carly llamó a Seguridad.
―Mantenla allí―dijo el operador. ―Su padre está en camino.
Bien, pensó Carly. Quería hablar con el hombre sobre su hija. Ella entendió que un niño se pierde en un centro comercial. Ocurrió. Eran pequeños seres humanos con mente y pies propios. Pero el apego que Penny mostraba indicaba una falta de afecto. Si Carly podía ganarse su confianza con un animal de peluche, también podía hacerlo un depredador. Penny necesitaba que le enseñaran a protegerse, especialmente con su madre en el cielo.
Carly pagó los juguetes con su descuento para empleados y luego le entregó a Tiffany a Penny, quien le dijo a la conejita que esta noche dormiría en la cama de Penny junto con un grupo de amigos de peluche. Carly se unió a la conversación con Lance, quien gruñó mucho mientras esperaban al padre de Penny, el hombre al que llamaba Dr. Tremaine. Cuanto más pensaba Carly en las circunstancias, más se preocupaba.
―¡Penny!―Una voz profunda atravesó la tienda. Carly se volvió y vio a un hombre alto con el pelo oscuro muy corto, los ojos entrecerrados y una complexión larguirucha que avanzaba hacia la caja registradora. Presumiblemente era el Dr. Tremaine. Vestido con pantalones caqui y polo azul marino, esquivó a niños y padres con la agilidad de un atleta. Supuso que era guapo, incluso llamativo, pero su mirada seria carecía de calidez de cualquier tipo.
Carly puso una mano protectora sobre el hombro de Penny. ―Tu papá está aquí.
La niña miró a su padre, su expresión vacía mientras levantaba a Tiffany la Conejo y la hacía hablar. ―Hola, Dr. Tremaine―dijo con voz chillona. ―Soy Tiffany, y me voy a casa con Penny. Lance también viene.
El hombre miró al conejo, sin hablar. Claramente no sabía cómo jugar con un niño, y Penny claramente necesitaba a alguien que lo supiera. Cuando su mirada se disparó hacia el rostro de Carly, sus ojos azules chocaron con los de ella, de la misma manera que un cielo vacío toca la tierra plana. El miedo brillaba en sus iris, pero también la arrogancia. A Carly no le gustó esa mirada fría, ni un poco. Penny necesitaba un papá, no este hombre que rezumaba tensión, y quizás ira.
Decidida a romper la tensión, levantó a Lance y soltó un gruñido entusiasta. ―Grrr. Soy Lance el León, encantado de conocerlo, Dr. Tremaine.
Re: TOGETHER WITH YOU - VICTORIA BYLIN
2
Ryan tenía una gran deuda de gratitud hacía esta mujer, pero el León parlante lo irritaba. También lo hacía el brillo de los grandes ojos marrones de ella. Algo en la situación pareció divertirla, o tal vez era una de esas mujeres molestas que hacen limonada con los limones de la vida agregando demasiada azúcar. Después del trauma de los últimos diez minutos, su alegría chirrió como las uñas en una pizarra. También lo hizo su largo cabello rubio y la polo roja con el logo de la tienda de un León dentudo. Supuso que ella tendría veintitantos años, demasiado mayor para trabajar en el centro comercial con adolescentes, tal vez una señal de que había fallado en sus estudios cuando se hizo mayor de edad. Dejando todo eso a un lado, estaba profundamente agradecido de que hubiera encontrado a Penny.
Con la garganta todavía apretada, cortó sus palabras en un esfuerzo por parecer más firme de lo que era. ―Gracias por encontrar a mi hija.
La mujer lo estudió por un momento, su mirada ahora seria. ―Me alegro de poder ayudar. Soy Carly Mason, la sub gerente. Si tiene un minuto, me gustaría contarle cómo la encontré. Francamente, estoy un poco preocupada.
Aquí vamos de nuevo. Otra ignorante que intenta ayudar con un consejo sobre una situación que no comprende. Por fuera, Penny parecía una niña normal. Ella fue clasificada con efectos de alcoholismo fetal, no con síndrome de alcoholismo fetal en toda regla, por lo que sus discapacidades no siempre se mostraban, incluso para alguien con un ojo entrenado. Una psicóloga, la señorita Mónica, la estaba ayudando a sobrellevar tanto el trastorno del espectro alcohólico fetal como el fallecimiento de su madre, y Ryan valoraba el entrenamiento de esa mujer. No quería el consejo no escolarizado de Carly Mason, pero quería saber qué había sucedido. ―Quiero escuchar todo, pero no frente a…― señaló a Penny con la barbilla.
―Por supuesto.
Con el León de peluche en la mano, Carly se agachó y le habló a Penny con la voz ronca del León. ―Quiero jugar con Tiffany la Conejo. Vayamos a jugar al pozo.
―No. ―La cara de Penny se contrajo, su labio inferior temblaba mientras su pecho se agitaba dando inicio a una rabieta.
Aquí vamos de nuevo. Si Ryan no controlaba la situación, Penny lo haría. Usando una señal en la que había trabajado con la señorita Mónica, una que llamaría su atención sin aumentar el nivel de volumen, apoyó una mano suave en su hombro.
―No―gritó, sacudiéndose.
No podía dejar que Penny ganara esta batalla, pero su voluntad era tan fuerte como la suya y, a menudo, más fuerte.
―¡Papá!
Ryan se volvió y vio a Kyle corriendo hacia el mostrador con Eric y el oficial Lewis detrás de él. A la llamada anterior del despachador, Ryan se les adelantó. Penny amaba a Kyle. Tal vez ella iría con él sin problemas. Antes de que Ryan pudiera pedirle un favor a Kyle, el oficial Lewis apoyó las manos en las caderas y sonrió a la mujer llamada Carly. ―Así que encontraste a Penny. Debería haber adivinado que estaría aquí.
―Somos un lugar popular. —Carly dejó al León en el mostrador y luego le habló a Penny con su voz normal—. Hemos estado jugando con los animales, ¿no es así?
Felizmente el centro de atención, Penny levantó a la Conejo para que todos la admiraran. ―Esta es Tiffany.
El oficial Lewis asintió satisfecho. ―Mi trabajo está hecho excepto por el incidente en la sala de juegos.
Con Penny fuera de peligro, Ryan se centró en Eric. Las barras de golosina sobresalían en uno de los bolsillos profundos de sus pantalones cortos de carga, evidencia de confusión más que de un crimen, pero el asunto necesitaba ser abordado. Ryan miró al oficial Lewis. ―Lo siento por lo que ocurrió. Regresaremos a la sala de juegos para disculparnos y pagar.
Las mejillas de Eric se sonrojaron debajo de su piel pálida, el resultado de pasar demasiado tiempo frente a la pantalla de una computadora como un vampiro de noche. ―No era mi intención tomarlos. Penny se escapó y me asusté.
El oficial Lewis cruzó los brazos sobre el pecho. ―Te creo, pero aún tienes que pagar por los dulces.
―Lo hará―respondió Ryan.
―Le diré al gerente que te espere. ―Satisfecho, el oficial Lewis hizo un gesto relajado y se fue.
Ryan se volvió hacia Eric y vio una expresión pétrea que conocía demasiado bien. De sus tres hijos, Eric era el mayor misterio para él. No tenían intereses comunes, hecho que evidenciaba la lista SOS. Ryan había anotado varias ideas, cosas como cenar juntos una vez a la semana, ir a tomar un helado y desayunar en Minnie's Pancake House, un lugar que a los chicos les encantaba. También había enumerado cosas que hacer con ellos individualmente. Entre ir a los juegos de béisbol de Kyle y las lecciones de natación para Penny, ¿había escrito Eric ...?
Hacer malabares con las necesidades de sus tres hijos fue lo más difícil que Ryan había intentado en su vida. Cuando los niños eran pequeños, él había estado en la escuela de medicina y había trabajado para ser el primero en su clase, luego hizo una pasantía en la USC y trabajó aún más duro para ser el mejor. Se perdió sus años de formación sin darse cuenta de que esos años también lo habrían formado como padre. Lidiar con los problemas de la adolescencia cuando estaba ausente por las pruebas diarias de un niño pequeño lo dejó imposibilitado y divorciado. Heather tenía razón. Había descuidado su matrimonio por su carrera, pero esa carrera, junto con una herencia abundante de su padre, proveyó generosamente a su familia. Seguramente eso contaba para algo.
Una vez resuelto el incidente del hurto, Ryan se volvió hacia sus hijos. ―Necesito unos minutos con Carly. Eric, puedes mirar a tu alrededor, pero quédate donde pueda verte.
Eric frunció el ceño, pero se dirigió a un barril de tiburones de goma al final del mostrador de vidrio.
Ryan se volvió hacia Kyle. ―Quédate con Penny, ¿está bién?
―Por supuesto. ―Cambió la bolsa con los zapatos de béisbol a su otra mano―. ¿Qué tal si la llevo a elegir otro Conejo?
―O un atuendo para este ―sugirió Carly.
―Buena idea. ―Ryan deseó haber pensado en ropa para el Conejo, pero eso es lo que pasó con Penny. Estaba tan concentrado en los problemas que se olvidó de ser un padre corriente.
Kyle tomó la mano de Penny. ―Vamos, Ardilla. Papá dijo que le comprara algo de ropa al Conejo.
Era muy propio de Kyle tener un nombre especial para su hermana y compartir el crédito por una buena idea. Fue generoso en ese sentido, tal vez porque tenía éxito de sobra. Un estudiante sólido y un atleta natural, quería ir a Stanford a hacer premed*. Hace veinte años, Ryan había sido como Kyle: seguro, optimista y dispuesto a conquistar el mundo. Ahora estaba vacío por dentro, cansado de luchar y temiendo que algún día Kyle fuera como él. No ayudó que Kyle hubiera heredado el cabello oscuro y la complexión desgarbada de Ryan. Cuando Ryan miró a su hijo, vio una versión intachable de sí mismo, lo que le recordó lo frustrado que se había vuelto.
Quería un cigarrillo. Mal.
Y una copa.
Pero no lo haría.
Tratando de no poner mala cara, esperó mientras Carly llamaba a un empleado para que se hiciera cargo del registro, y luego la siguió hasta un par de sillas en el lado más alejado de un área de juegos diseñada para niños pequeños. Las sillas de peluche estaban en un ángulo de noventa grados entre sí y ofrecían una vista de Eric en el mostrador y a Kyle y Penny al final de un pasillo.
―Este es el lugar del papá―dijo a la ligera―. Toma asiento.
―¿Por qué el lugar de papá?
―Las mamás nunca se sientan. ―Se hundió en los cojines y cruzó las piernas―. Cuando se trata de vestir a los peluches, los padres tienden a mirar.
Ryan no dijo nada.
―No me malinterpretes―dijo agitando una mano―. Los papás no son negligentes. Si pasa algo, se mueven rápido, como lo hizo cuando entró apresuradamente en la tienda. Perder a Penny tuvo que haber sido aterrador.
La catalogó de muy diplomática, pero se preparó para las inevitables críticas. ―No debió haber sucedido.
―Por supuesto que no. Pero incluso hasta los mejores padres cometen errores. Como dice mi padre, “Aprende y sigue adelante". ―Se reclinó y entrelazó los dedos sobre una rodilla―. Por eso quería hablar con usted. Ganar la confianza de Penny fue extremadamente fácil. Un depredador podría haber…
―Lo sé.
―Es importante que aprenda que ella…
―Créame, entiendo la situación. ―No necesitaba esta conferencia y no vio ninguna razón para explicarle que Penny sufría de trastorno del espectro alcohólico fetal. Era igual que confesar un abuso infantil, como si observara que bebía durante el embarazo. Penny fue completamente inesperada y una sorpresa aterradora considerando que habían usado anticonceptivos.
Ryan se puso de pie de un empujón. ―Gracias de nuevo. Pero como escuchó, tengo que llevar a Eric de regreso a la sala de juegos.
Ella se levantó también ―No quiero presionar, pero veo niños en riesgo todos los días. ¿Qué edad tiene Penny? ¿Alrededor de cuatro?
―Cinco, casi seis. Es pequeña para su edad.
―Eso la hace aún más vulnerable. Los niños son impulsivos. Tienen que aprender y nuestro trabajo es enseñarles. Tenemos que…
Blah, blah, blah. Ryan admiraba su pasión, pero los discursos no podían cambiar las duras realidades de la vida. Quizás podrían para Carly. Después de todo, trabajaba en una juguetería con peluches parlantes. Pero Ryan no compartía su ingenuidad.
En el instante en que ella hizo una pausa, él metió la cuchara. ―Déjeme asegurarle que entiendo la situación mejor que nadie.
Él debe haber estado mirándola con el ceño fruncido, porque ella se apartó de él, su expresión era un poco altiva.
Ryan terminó con ella y terminó con la tienda. Vivía en el mundo real, no en una tierra de fantasía, y todavía tenía que llevar a Eric a la sala de juegos. La práctica de béisbol de Kyle comenzaba en dos horas, los niños más pequeños necesitaban cenar y alguien tenía que lavar la ropa antes de que todos se quedaran sin ropa interior. Luego estaba la cuestión de contratar una nueva niñera. Con un poco de suerte, la agencia encontraría a la persona perfecta y programaría una entrevista para el lunes.
Llamó a Kyle con una mirada, luego le dio a Carly un breve asentimiento. Tenía buenas intenciones incluso si era ingenua. ―Gracias de nuevo. Si me disculpas…
―Por supuesto.
Kyle le dijo algo a Penny. Cuando ella negó con la cabeza, lo intentó de nuevo, esta vez intentando alejarla de la ropa con una mano apoyada en su espalda.
―No―gritó Penny―. ¡Tiffany quiere un traje de ballet!
Preparado para un desastre, Ryan caminó en su dirección. Podía llevar a Penny pateando y gritando por la tienda, pero ¿qué hizo él entonces? Aún tenía que llevar a Eric a la sala de juegos. La mejor manera de afrontarlo era evitar un desastre hablando con Penny en oraciones tranquilas y sencillas. Sus largas zancadas devoraron la distancia, pero no lo suficientemente rápido como para evitar que Penny arrojara ropa de Conejo por el suelo.
Kyle extendió las manos con las palmas hacia arriba en señal de rendición.
―La tengo―le dijo Ryan―. Espera con tu hermano. ―La vergüenza se deslizó por su cuello como un sarpullido. Después de un tirón en su cuello, puso una mano firme pero suave sobre el hombro de Penny―. Elige un atuendo.
Ella lo ignoró.
―Elige un atuendo―repitió. Una cosa a la vez, se recordó a sí mismo. Demasiada información la abrumaba.
Penny dejó caer un tutú amarillo al suelo y luego tiró uno rosa. La ropa se amontonó en un arco iris desarticulado que coincidía con el caos en su mente.
Detrás de él, Carly murmuró: ― ¿Puedo intentarlo?
Con Penny a punto de estallar, no había nada que perder. Además, estaban en la tienda de Carly y ella tenía el don de hacer que los leones hablaran y los niños escucharan. ―De acuerdo.
Doblando la cintura, colocó las manos en las rodillas y su rostro paralelo al de Penny. ―¿Entonces a Tiffany le gusta bailar?
Con los labios en un puchero, Penny asintió.
―¿Le gusta el morado?
Cuando Penny asintió de nuevo, Carly pasó los dedos por los conjuntos en un estante más alto y seleccionó una espuma de tul púrpura y lentejuelas rosa intenso. Penny se lo arrebató con su habitual falta de modales. ―Quiero jugar a los Conejos contigo.
―No podemos.
No siguió ninguna explicación. Sin disculpas. Sólo existía una simple orden que Penny podía entender. La opinión de Ryan sobre Carly Mason aumentó un poco. Con la esperanza de que Penny obedeciera, la agarró del hombro. ―Nos vamos ahora.
Girando, se arrojó contra las piernas de Carly con la fuerza de una bola de boliche. Cuando Carly se tambaleó hacia atrás, Ryan la agarró del brazo, pero el impulso la golpeó contra su pecho. Con el aroma de vainilla de su cabello llenando su nariz, ella se volvió e intercambiaron una mirada aturdida. Ryan no pudo evitar notar sus suaves curvas. Fue una reacción instintiva, puramente física, pero la conciencia casi le prende fuego. Las mejillas de Carly se sonrojaron, una señal de que ella era tan consciente de él como él de ella.
Él la soltó, pero mantuvo sus ojos en su rostro. ―¿Estás bien?
―Estoy bien. ―Su voz tembló, y parecía tan aturdida como él, ya sea por la posible caída o por tocarla.
Descartando el momento con naturalidad, Ryan dirigió su mirada a Penny, todavía aferrada a la pierna de Carly y exigiendo jugar con ella. Su voz se elevó tanto en volumen como en tono, diciéndole al mundo que estaba abrumada, no con palabras, sino con la emoción desenfrenada de un colapso inminente. Penny era un desastre. Su vida era un desastre y se notaba.
Con los dientes apretados, levantó a su hija, la abrazó con fuerza contra su pecho y usó una mano para tomar su cabeza contra su hombro. Si la protegía del ruido y las luces deslumbrantes, tal vez se calmaría. En cambio, gritó como una banshee*, se echó hacia atrás y pateó con tanta fuerza que casi se dobla.
¿Qué le hizo pensar que podía criar a una niña que no entendía? Hace seis meses, le habían dado a elegir cuando Denise Caldwell, la hermana mayor de Jenna y tía DeeDee de Penny, se ofreció a tomar la custodia. Ryan se había negado. Penny era de carne y hueso, y le debía la mejor vida que podía proporcionarle. Pero en momentos como este, con sus gritos como un cuchillo en su oído, se sentía tan despojado y solo como Penny.
―Quiero quedarme aquí―gritó―. Quiero jugar con los Conejos.
No tenía sentido intentar razonar con ella. Una vez que perdió el control, no tuvo la capacidad de recuperarlo. ―Lo siento―le dijo a Carly sobre los lamentos de Penny―. La sacaré de aquí.
―No. ―Carly señaló una puerta con cortinas en la pared trasera―. Vamos a la sala de descanso. Necesita menos agitación, no más.
Las miradas de otros clientes lo devoraban, sus sonrisas engreídas y ligeramente superiores, como si sus hijos perfectos nunca se comportaran de esa manera. Ignorándolos, hizo contacto visual con Kyle y movió la barbilla para indicar a dónde se dirigían, luego siguió a Carly a una habitación estrecha con un sofá hundido, una mini nevera y una mesa pequeña llena de revistas. Los chillidos de Penny resonaron en las paredes.
―Pido disculpas―dijo él en voz alta sobre el alboroto―. Esto va a tomar un buen rato.
Ella respondió con un cabeceo, él se volteó hacia un lado donde Penny podía verla y luego comenzó a tararear "Amazing Grace"*. Ryan no creía en Dios, pero conocía la letra del antiguo himno. Su madre había sido discretamente creyente frente a la inteligencia y arrogancia de su padre, y había llevado a Ryan y a su hermana a la iglesia hasta que él tuvo la edad suficiente para elegir.
El suave tarareo cambió a da-da-da que dio paso a la letra sobre la gracia y los miedos aliviados. Ryan deseaba que la vida fuera realmente así de simple, que una oración pudiera eliminar el TEAF como la lejía en una mancha, pero no podía. Con tibias lágrimas empapando su camisa, cerró los ojos y la abrazó aún más fuerte, sus brazos adoloridos eran una pequeña penitencia en comparación con el precio que Penny pagó por el peor error de su vida.
Carly cantó el viejo himno hasta que los sollozos de Penny se redujeron a un hipo, luego en silencio y finalmente tranquila tomo aire para dormir. Con los brazos entumecidos, su hija estaba libre de la confusión y las cadenas que la ataban.
―Está inconsciente―susurró Carly―. ¿Por qué no la acuestas en el sofá? Conseguiré una manta.
Acomodó a Penny sobre los cojines hundidos y dio un paso atrás, disfrutando el momento de tranquilidad. Carly la cubrió con una manta decorada con osos que sonreían estúpidamente y luego le indicó a Ryan que la siguiera al otro lado de la habitación.
Considerando la intensidad del colapso, se merecía una explicación y Ryan necesitaba dársela. ―Esto no es lo que crees.
―Sí, lo es―respondió Carly―. Ella tuvo un colapso. Eso pasa.
Su compasión lo asombró. Cuando Penny se derrumbaba así, la gente generalmente asumía que era una mocosa malcriada que tenía una rabieta. Deseó que así fuera, porque entonces podría aprender a comportarse. ―Ella tiene TEAF―le espetó a Carly―. Eso significa…
―Trastorno del espectro alcohólico fetal. ―La sangre desapareció de su rostro, dejándola pálida bajo la parpadeante luz fluorescente.
―¿Sabes lo que es?
―Sí. ―Parpadeando con fuerza, entrelazó los dedos en la cintura en una pose que insinuaba una oración o quizás un puño.
Él había estado esperando críticas, especialmente sobre la madre de Penny. En cambio, el dolor brilló en los ojos de Carly. Decidido a comprender, se aferró a la respuesta más obvia. ―¿Tiene un hijo con TEAF?
―No―dijo ella―. Soy soltera. Sin hijos.
―¿Entonces cómo?
Ella levantó la barbilla. ―No es importante.
Pero lo era, tanto para Carly, que estaba luchando por ocultar un profundo dolor, como para Ryan, que necesitaba una niñera para Penny. Si Carly fuera esa persona, con gusto aguantaría conferencias, Leones parlantes, "Amazing Grace" y la peligrosa atracción que le erizaba el vello.
―Estoy buscando una niñera―le dijo―. ¿Alguna posibilidad de que le interese venir a una entrevista?
* Premed: Estudiante de curso introductorio a medicina.
* Banshee: Son espíritus femeninos que, según la leyenda, se aparecen a una persona para anunciar con sus llantos o gritos la muerte de un pariente cercano, forma parte del folkore Irlandés.
* Amazing Grace: Himno cristiano escrito por el clérigo y poeta inglés John Newton.
Re: TOGETHER WITH YOU - VICTORIA BYLIN
Gracias por los capítulos Angie!!!!
daniellebrr- Traductora
- Mensajes : 136
Fecha de inscripción : 31/07/2020
Re: TOGETHER WITH YOU - VICTORIA BYLIN
Con gusto belladaniellebrr escribió:Gracias por los capítulos Angie!!!!
Re: TOGETHER WITH YOU - VICTORIA BYLIN
3
No. Mil veces no.
Carly miraba la mancha en el piso, su corazón marchitándose con el recuerdo de aquella última noche con Allison. Cerrando sus ojos, revivió el momento en toda su horrible gloria, haberse rehusado a llevar con ella a Allison a Boomer el fin de semana, las acusaciones de la adolescente y las lágrimas de cocodrilo, y finalmente la llamada telefónica que recibió de su jefe al día siguiente. ―¿Está Allison Drake contigo?
―No, ¿Por qué?
―Está desaparecida. Le dijo a Chyna que huiría porque tú ya no la querías.
Carly aún se estremecía recordando el tono de voz de su jefe, ligeramente acusador porque Carly había sido advertida por ser muy abierta con Allison. Era un error que Carly jamás repetiría, y la razón por la que había dejado prácticamente el trabajo social.
―¿Carly? ―El Dr. Tremaine inclinó su cabeza hacia un costado en un esfuerzo por hacer contacto visual.
―Lo escuché―murmuró ella, levantando la cabeza―. La respuesta es no.
―Eso fue rápido.
―No estoy interesada. ―No más involucrarse personalmente, se recordó mentalmente. Con Allison, ella se olvidó del distanciamiento profesional que debía tener para protegerse ambas. La adolescente pagó un precio, y Carly dejó Sparrow House con una carga de culpa y con ello su determinación de ayudar a niños con TEAF, a prevenir el sufrimiento en primer lugar.
Eso era por lo que ella trabajaba en su PhD* en la Escuela de Bienestar Social de la UCLA. Cuando terminara, regresaría a Kentucky y se dedicaría a programas de prevención nacional.
Ella normalmente hablaba acerca de TEAF apenas se presentaba la oportunidad, pero ella necesitaba disuadir al Dr. Tremaine. ―Espero encuentre a la persona ideal. Pero esa no soy yo.
―Estoy desesperado. Penny ha tenido cuatro nanas en seis meses. La última renunció ayer. No quise traer a Penny al centro comercial, pero no había mucho de donde escoger.
―Sé que es duro. ―Oh, y ella lo sabía―. Pero la respuesta sigue siendo no.
―La paga es buena.
Ella negó con la cabeza.
―Puedes vivir ahí o conservar tu propio lugar. Incluso podemos negociar las horas.
―No―dijo ella otra vez.
―¿Qué se necesita?
Que Allison sea encontrada sana y salva. Tal vez así Carly podría perdonarse. A como estaban las cosas, la mujer confiada que había entrado a Sparrow House con un recién e impecable título de trabajadora social, fue arrastrada a un hueco y murió. Fue el padre de Carly quien la animó para que iniciara con el posgrado. Cuando obtuvo una beca completa, lo tomó como una ayuda de Dios, llenó su Chevy Cavalier, y corrió hacia el oeste.
En algún lugar de las llanuras de Oklahoma atacadas por tornados, dejó de ser Carly Jo y pasó a ser simplemente Carly. El cambio de nombre parecía apropiado, aunque ella extrañaba terriblemente Kentucky. Dadas las circunstancias, ella escogería sémola* en vez de salsa cualquier día de la semana. Los Californianos podrían tener el colesterol más bajo que la gente en Kentucky, pero no sabían nada sobre buena cocina.
Los pensamientos sobre su hogar le pusieron una débil sonrisa en los labios. Tal vez ella cocinaría una comida casera y la compartiría con Bette Gordon, su vecina y única amiga en Los Ángeles.
―Estás sonriendo por algo―interrumpió el Dr. Tremaine―. ¿Qué fue?
―Pollo frito.
Sus cejas se juntaron en confusión, luego se levantaron con el inicio de una sonrisa. ―Tengo una casa grande con una cocina remodelada. Si vives ahí, puedes cocinar si quieres. Además, está la vista al océano, y una piscina.
―Lo lamento. Tengo que volver al trabajo.
―Dos minutos más.
―No puedo.
―¿Por favor?
Él estaba prácticamente rogándole, y a ella le impresionó ya que parecía que él raramente hacía eso. ―Está bien. Pero realmente necesito ir a la caja. Esa fiesta de cumpleaños está por terminar.
El dio un asentimiento tenso. ―Seré breve. Si sabes sobre TEAF, sabrás lo que le ocurre a Penny.
―Lo sé―admitió ella.
―Creo que sabes cómo ayudarla.
Si ella revelaba su experiencia, el aumentaría la presión. ―Eso es irrelevante. No quiero el trabajo.
―¿Estás segura? ―Él levantó una ceja oscura―. Por lo que he visto, te encantan los niños y los conoces. También eres compasiva. No hay forma que le des la espalda a un niño que te necesita.
―Eso no es justo…
―Pero es verdad.
Ella esperaba un tipo de soborno, algo así como un gran salario, no un golpe bajo a su conciencia. ¿Quién se creía él, manipulándola de esa manera? Carly colocó sus manos en sus caderas y lo fulminó con la mirada. Ryan era por lo menos seis pulgadas más alto que ella, impecable y usando una camiseta de diseñador, pero el orgullo Kentucky fluyó en sus venas, ella no aceptaba majaderías de nadie. ―¿Eso es un poco presuntuoso, no cree?
Sus ojos resplandecieron como respuesta, lo que indicaba que él tampoco aceptaba insolencias de nadie. ―Si, pero estoy en lo correcto. Vi tu cara cuando dije TEAF.
―¿Y? ―Su voz tembló. Ella rogó que lo tomase como un signo de enfado, no como debilidad. Aunque en realidad luchaba contra las lágrimas.
―Te preocupa y se nota. ―Él la acorraló con una mirada dura que encajaba en un campo de batalla o tal vez en una sala de operaciones con un corazón latiente expuesto y bajo su cuidado. Su corazón le pertenecía a Penny, y Carly supo que definitivamente este hombre pelearía hasta la muerte por su hija.
Ignora ese nudo en el estómago. No lo sientas. No sientas nada.
Pero, así como su sentido común le daba un sermón a su corazón, sus manos derrotadas resbalaron de sus caderas. Él tenía razón. Ella quería el trabajo. Si podía hacer la diferencia en la vida de Penny, tal vez ella podría perdonarse por fallarle a Allison.
Pero el riesgo era muy grande. Penny se encariñaría con ella. ¿Qué pasaría en el futuro cuando ella regresara a casa? La escuela de Posgrado era temporal; Kentucky era eterno. Nada bueno resultaría de crear un apego profundo para después romperlo. También estaba el asunto de la confianza destruida de Carly. Ella no podía siquiera pensar en fallarle a Penny como le había fallado a Allison.
―Estás en lo correcto, en parte―admitió ella―. Me preocupo por los niños como Penny, y sé por lo que estás pasando. Pero, no puedo involucrarme con tu hija. No sería sabio.
―¿Para ti?
―Para ella―lo corrigió, aunque él estaba en lo correcto sobre su sensible corazón.
―Penny necesita a alguien quien pueda quedarse en su vida. Esa no soy yo. Cuando termine la escuela, regresaré a casa.
Él se balanceó en sus talones. ―Así que no eres de por aquí.
―No.
―¿Dónde estudias?
―UCLA.
―¿No graduada?
La estaba arrastrando en una entrevista, y a ella no le gustaba nada. Pero en ese momento, Penny rodó en el sofá, levantó sus rodillas y se puso en posición fetal. Un nudo apareció en la garganta de Carly, y contestó su pregunta sin siquiera prensarlo. ―Estoy trabajando en un PhD en bienestar social. Tengo una maestría en la UK.
―¿UK, como en Inglaterra?
―No. ―Ella estaba acostumbrada a la confusión―. De donde vengo, UK significa Universidad de Kentucky.
―Baloncesto.
―Vamos Gatos. ―Ella mostró un pequeño puño. Si hablando de baloncesto cambiaba el tema, usaría el color azul de UK por una semana.
―Ahora lo escucho.
―¿Qué?
―Tu acento.
―Bueno, de ahí vengo, Condado Boomer en Kentucky. ―Ella dejó que todo el acento montañés saliera con fuerza. La gente en L.A. estaban encantados con eso o se creían superiores, generalmente superiores.
Al Dr. Tremaine no parecía ocurrirle ninguna de las dos opciones. ―¿Cuánto tiempo estarás por aquí?
―Por lo menos un año. ―En realidad dos años. Ella había terminado casi todo el trabajo de clase y estaba en la etapa preliminar de su tesis.
―Para Penny, un año es un largo tiempo. En este punto estaré agradecido, aunque sea dos meses con la misma persona. ¿Podrías pensarlo al menos?
Cada vez que él decía el nombre de la niña, Carly se estremecía internamente. Si él presionaba un poco más, ella caería y todos se arrepentirían. Era el momento de ser dura, así que volvió a poner sus manos en sus caderas. ―La respuesta sigue siendo no, y hay una segunda razón para eso. Una muy buena.
―¿Y es?
―Usted.
―¿Yo? ―Se apuntó con su dedo en el pecho.
―Sí, usted. ―Con una cadera sobresaliendo, ella levantó aún más su barbilla―. Si estuviésemos en el Condado de Boomer, sabría todo lo qué hay que saber acerca de usted y su familia por tres generaciones, quizás cuatro. Usted es un extraño para mí, Dr. Tremaine, y mi papá me enseñó a no hablar con extraños. Mi interior me dice que usted es un buen hombre, pero yo aprendí a ser cuidadosa.
―Bien por ti.
―No, no lo es. No me gusta desconfiar.
―Ten. ―Sacó de su billetera una tarjeta de negocios y se la entregó―. Llama a mi oficina el lunes y pregunta por Fran. Ella es la gerente de la oficina, y ella me conoce desde hace años. Ella te dirá que no soy un imbécil.
―Yo nunca dije que lo fuera.
―No lo soy, al menos ya no.
Carly no supo qué inspiró su defensiva, pero ella recordó que Penny dijo que su mamá estaba en el cielo, lo que significaba que el Dr. Tremaine era un viudo. ―Siento lo de su esposa.
El dudó. ―¿Mi esposa?
―Penny me dijo que su madre estaba en el cielo.
―Sí lo está, pero nosotros no estuvimos casados.
―Oh. ―Carly se sonrojó―. Disculpe yo pensé…
―Está bien.
―Es que…
―Sé lo que dijo. ―Metió su billetera en su bolsillo.
―La mamá de Penny falleció hace seis meses, y yo obtuve la custodia. Los chicos están… ―Sacudió su cabeza―. Es complicado.
―Ya veo.
―Ojalá yo lo hubiese visto. ―Lo dijo más para él mismo que para ella.
Finalmente, dándose por vencido, cruzó el cuarto hasta el sillón y levantó a Penny sin despertarla. Carly cogió a Lance el León, la Coneja y el disfraz de bailarina, y lo siguió al mostrador de la tienda, donde Kyle y Eric estaban divirtiéndose con los barriles llenos de tiburones, peces de goma, y anguilas que brillaban en la oscuridad. Verlos hizo que Carly extrañara a sus hermanos; un hermano mayor que estaba en asignación con la Guardia Nacional de Kentucky y una hermana mayor con dos hijos y otro más en camino.
―Tiene una linda familia― le dijo al Dr. Tremaine.
El vaciló. ―Sí, supongo que la tengo.
¿Cómo podía él dudarlo? Carly tenía veintiocho años, soltera y dedicada a una causa, pero ella todavía anhelaba una familia propia.
Mientras veía a los Tremaine dejar la tienda, ella esperaba que supieran lo bendecidos que eran. Una familia era algo para apreciar, y no todos los niños tenían una. Allison había vivido en nueve hogares de acogida para el tiempo en que se mudó a Sparrow House, incluyendo uno donde cinco días antes de una adopción permanente los padres prospecto descubrieron que la esposa estaba embarazada y cambiaron su parecer. Eso era típico en la vida de Allison, la ilusionaban y después la desilusionaban.
Soltando un suspiro, Carly ayudó con la fiesta de cumpleaños hasta que las doce niñas fueran felices con sus animales y dejaran la tienda. Hambrienta, le dijo a su compañero que tomaría su almuerzo, cogió su yogurt y se sentó en el sofá que aún mantenía la hendidura del cuerpo de Penny. Luego de unos bocados la soledad la golpeó como un puñetazo en el plexo solar, y decidió llamar a su padre. Con tres horas de diferencia, el Reverendo Paul Mason ya habría terminado de prepararse para el domingo en la iglesia, con sesenta años la había dirigido, durante casi toda la vida de Carly.
Contestó al primer timbre. ―Hola cariño. ¿Cómo estás?
―Estoy bien papá, ¿cómo estás tú?
―Solo preparándome para mañana. ―En ese acento que a ella le encantaba, él le contó sus planes para el servicio del domingo―. Desearía que estuvieses aquí.
―Yo también.
―Así que, ¿cómo está Wild Thing?
Wild Thing era una gatita caramelo que ella había encontrado en un callejón y adoptado cuando rentó su departamento.
―Ella está bien.
―¿Y tú?
―Yo estoy bien. ―Salvo que su voz salió suspirada y triste. Sabiendo que su padre oiría su tristeza, ella confesó―: En realidad, estoy un poco deprimida ahora. Una pequeña niña con TEAF se perdió en el centro comercial. Ella entró en la tienda y todo bien, pero me recordó a Allison.
El pausó, sin duda haciendo una oración. ―Supongo que no has oído de ella.
―No.
―Ella está en manos de Dios, no en las tuyas. Todo lo que puedes hacer es rezar.
―Lo sé papi.
―Y mientras lo haces, deja de culparte. Es momento que te perdones.
―Ojalá pudiese. ―En sus momentos más oscuros, ella se imaginaba a Allison como víctima de tráfico sexual, embarazada y bebiendo, incluso muerta en una zanja. ¿Dónde estaba Dios en este grande y desordenado mundo? Carly sabía la teología, pero su vida de oración eran súplicas de ayuda estáticas y confusas, como una película antigua donde un náufrago suplica desesperadamente por rescate en una radio rota.
Su pecho le dolía tanto por la nostalgia de su hogar que ella olió la pipa de tabaco de su padre. Mi hogar. Ella sufría por la comodidad de la casa donde creció, la serenidad de las montañas verdes y el cielo lleno de nubes en vez de smog. Tan pronto terminara la escuela, regresaría a casa para siempre.
La voz de su padre la regresó al cuarto de descanso y a su yogurt. ―Cuéntame sobre esta pequeña niña.
―Rubia, ojos azules. ―Como Allison, excepto que Penny no tenía los indicadores físicos del TEAF aparte de ser pequeña para su edad. El rostro de Allison mostraba todos: pequeños ojos separados, falta de surco naso labial, labio superior delgado, un rostro aplanado, y una cabeza más pequeña de lo normal. Los aspectos clínicos variaban ampliamente de persona a persona, pero hoy Carly se enfocó en lo más importante; la niña―. Su nombre es Penny y es adorable. Su padre la cría solo.
―¿Sin madre?
―Ella falleció hace seis meses. ―Carly le contó a su papá toda la historia, incluyendo la presión del Dr. Tremaine para una entrevista de trabajo como niñera―. No voy a llamar, obviamente.
―¿Estás segura?
―Mucho.
―¿Sabes qué pienso, Carly Jo?
Ella río, más de dolor que por diversión. ―No lo sé, pero estás muriendo por decírmelo. Adelante, dilo.
El pausó, tal vez para aspirar profundamente de su pipa. ―Estoy sentado aquí en el porche mirando las nubes. Veo algunas nubes de tormenta a punto de borbotear justo frente a mis ojos. Otras son ligeras como plumas. Lejos en la distancia, hay una pared gris y no hay cielo azul porque se avecina una tormenta. Sabes lo que tu madre solía decir sobre el clima de Kentucky.
―Si no te gusta, espera una hora y cambiará.
―Es verdad.
Cuando se trataba de hablar sin rodeos su padre era un maestro. ―¿A dónde quieres llegar papá?
―A ti te encantaban las tormentas. Presionabas tu pequeña nariz en la ventana y mirabas los rayos sin temor. Los truenos no te molestaban ni un poco. Te reías de ellos. Ahora, este es el punto… ―El pausó como si estuviese predicando a toda su congregación, no sólo a Carly―. Haz cambiado pequeña. Perdiste tu coraje.
A Carly se le erizó la piel de pies a cabeza. ―¿Cómo puedes decir eso? Tomé mucho coraje al mudarme a Los Ángeles.
―Sí, así fue. Pero podrías haber tomado mucho más coraje para quedarte en Sparrow House y afrontar lo que sucedió.
Acusada y culpable. Si ella usaba jerga de iglesia, posiblemente él le creería. ―Tengo un trabajo ahora. Y la beca. Dios abrió esa puerta.
―No lo dudo. Y eso es lo que me preocupa. Tal vez el Señor esté abriendo una nueva puerta con este trabajo de niñera. Tengo que preguntarme si la estás cerrando muy rápido y un poco fuerte.
Ella se puso de pie y empezó a caminar. ―Tú sabes lo que pasaría si acepto este trabajo. Penny se encariñará conmigo.
―Entiendo la lógica, pero tú nunca has sido de las que va a lo seguro. ¿Este doctor, parece un hombre decente?
Ella pensó en la tarjeta de negocios en su bolsillo. ―Me dijo que llamara a la gerente de su oficina para una referencia. Ella lo conoce desde hace años.
―Esa es una buena señal.
―Supongo.
Su padre no dijo nada por varios segundos. Ella lo imaginó fumando su pipa y mirando al cielo, hasta que su profunda voz rompió el silencio. ―Yo sé que tomarás la decisión correcta, pero me encantaría estar ahí para cuidar de ti.
Cuando se trataba de proteger a su familia, Paul Mason tenía un corazón enorme y la sinceridad de una escopeta. Una dulce sonrisa levantó los labios de Carly. ―Lo sé papi. Te amo mucho.
―Y yo a ti cariño. ―Un suspiro atravesó el teléfono―. Tu madre y yo trabajamos duro para darte alas. Sólo que nunca pensamos que volarías tan lejos…
Él dijo nosotros, como si su madre estuviese sentada a la par; luego cambió de tema con noticias sobre su hermano y hermana. Carly disfrutó todos los detalles hasta que su descanso terminó y se tuvieron que despedir.
El resto de la tarde pasó rápido, y a la hora de cerrar Carly aseguró la tienda y condujo hasta su apartamento, un estudio en el primer piso en un viejo vecindario. Hace un año el lugar parecía seguro, pero ahora el grafiti de las pandillas y los robos estaban a la orden del día. Justo la semana pasada, alguien irrumpió en el auto de Bette y robaron el teléfono que ella descuidadamente dejó en el asiento.
Atenta como siempre, Carly giró en el callejón que la dirigía al estacionamiento detrás de su edificio. Después de estacionarse, agarró su gas pimienta y avanzó hacia la reja que la llevaba a un patio lleno de arbustos de enebro. Había buena iluminación en el camino, pero ella se estremecía mientras pasaba por la chirriante verja.
Mientras pisaba la losa elevada* de su porche, Bette, que aún estaba usando el uniforme de la pastelería Vons, abrió su puerta y salió. Su esponjado cabello marrón estaba suelto y su labial color rojo ya no se veía, ni el brazalete grueso que usaba todo el tiempo, colgando de su muñeca. Hoy era el rosa y plateado que Carly le había regalado por su cumpleaños.
―Te estuve esperando―dijo Bette―. No te imaginas lo que escuché en el trabajo hoy.
Carly se preparó para malas noticias. ―¿Qué pasó?
Hubo un asesinato en la Av. Mariel. Tres hombres invadieron una casa. La pobre mujer fue violada y golpeada hasta la muerte. No se llevaron nada, ni siquiera su cartera.
La sangre se escurrió del rostro de Carly. Cosas malas pasaban en todos lados, incluso en el Condado Boomer, pero ¿una invasión a una casa justo a dos cuadras de aquí? ¿Extraños golpeando a una mujer sin ninguna razón? Carly no se molestó en preguntarle a Dios por qué. Ella dejó de hacer esa pregunta el día que su madre murió. En lugar de luchar con lo que no podía entender, Carly había prometido convertirse en médico y encontrar la cura para el cáncer. Sus metas habían cambiado, pero no su ambición de hacer el bien en el mundo.
―No puedo creerlo―murmuró―. ¿Qué le pasa a la gente?
―Es el segundo cerca de aquí desde abril.
Dos asesinatos en dos meses a pocas cuadras de su apartamento. Su estómago se estremecía con una nauseabunda mezcla de miedo y furia. ―Necesitamos mudarnos.
―Lo pensaré―respondió Bette―. Pero he vivido aquí por veintidós años. Este es mi hogar.
La propuesta del Dr. Tremaine de vivienda flotó en la mente de Carly. Así como era interesante en apariencia ese trabajo, se rehusaba en abandonar a Bette. ―Podríamos buscar algo con dos dormitorios para compartir.
―Olvídalo! ―Bette agitó su mano para descartar la idea―. Tú sabes como soy con mi privacidad. Además, regresarás a Kentucky.
El gato de Bette, un macho negro con sus cuatro patitas blancas, se paseó en sus tobillos y maulló. ―Tom tiene hambre, mejor me voy.
―Yo también. ―Pero primero se arrodilló y rascó la barbilla de Tom.
―Mantén tu puerta con seguro ―le dijo Bette.
―Siempre.
Al unísono, ambas ingresaron a sus idénticos departamentos y cerraron sus puertas idénticas, solas con sus gatos y sus miedos. Una lámpara ofrecía un brillo cálido mientras Carly cerraba con llave la puerta detrás de ella. Nerviosa por las noticias de Bette, colocó su cartera en la mesa de su laptop y material de investigación, y se sentó en la cama para acariciar a Wild Thing.
De alguna manera confortada, fue a su pequeña cocina para preparar la cena para Wild Thing. Mientras abría la tapa de la basura para arrojar la lata vacía, el olor del atún de ayer llegó a su nariz. Por lo general hubiese llevado la bolsa de basura al basurero en el callejón, pero ese pequeño viaje tendría que esperar hasta mañana. No había forma que se arriesgara a salir con el asesinato de la mujer tan reciente en su mente. Necesitaba mudarse, pero ¿a dónde? Las rentas eran altas en Los Ángeles, y ella no quería compañeros, en especial compañeros estudiantes que eran idealistas como ella solía ser.
No tenía otra opción que permanecer ahí… o ir a la entrevista de niñera. Determinada en librarse de la tentación, arrancó la tarjeta de negocios de su bolsillo, corrió a arrojarla a la basura, pero se detuvo con ella colgando en su mano sobre la basura. De alguna manera tirar la tarjeta se sentiría un poco como si tirara a Penny.
En ese momento, Carly no se agradaba mucho. Su padre estaba en lo correcto. Había perdido el coraje.
―Señor, no puedo hacerlo―dijo en voz alta―. Simplemente, no puedo.
Pero no pudo arrojar la tarjeta. Estaba cansada de ser una cobarde, cansada de los qué pasaría si y del si tan solo. Tal vez su padre tuviese razón, y esta era su oportunidad para redimirse. Con dedos temblorosos, puso la tarjeta al lado de su laptop, mirando fijamente las letras negras que decían Dr. Ryan Tremaine, Oftalmólogo General.
Ella llamaría a Fran el lunes para coordinar una entrevista, pero no la que el Dr. Tremaine esperaba. Carly estaría entrevistándolo a él, y si sus instintos le decían que estaba cometiendo un error, huiría de ese trabajo lo más rápido posible.
* PhD: Es la abreviatura anglosajona de Philosophie Doctor o Doctor en Filosofía. Es un título universitario referido a un doctorado en investigación original, que se logra defendiendo una tesis.
* La sémola es la harina gruesa (poco molida) que procede del trigo y de otros cereales con la cual se fabrican diversas pastas alimenticias (raviolis, espaguetis, fideos y otras)
* Losa elevada: es una placa de hormigón suspendida, se diseña típicamente con una armadura de acero, y crea las plantas y techos en un edificio de múltiples pisos.
Re: TOGETHER WITH YOU - VICTORIA BYLIN
4
Nadie podría ser tan perfecta para el trabajo de niñera como Carly Mason, pero las esperanzas de Ryan se dispararon cuando abrió la puerta principal el lunes y vio a la Srta. Harriet Howell, una mujer que fue descrita como ejemplar por la agencia. Retirada después de cuarenta y un años con sólo dos familias, la señorita Howell tomaba asignaciones cortas como esta, cuando la agencia no encontraba inmediatamente a la persona ideal.[/justify][/size]
Ryan estaba particularmente preocupado hoy, porque la tía de Penny, Denise, una aeromoza que vive en Florida, estaba en la ciudad por esa noche y esperaba que la recogieran a eso de las cinco. A Ryan no le importaba Denise, pero objetaba como ella observaba con ojo de águila todos sus movimientos. Para mantener a Denisse a raya, él necesitaba encontrar alguien como Carly pero mayor, alguien sin una melena rubia ni piel como durazno madurado al sol.
A primera vista, la señorita Howell encajaría perfectamente. Agradablemente regordeta, vestía pantalones azules sueltos, una blusa blanca, un saco con diseño floral con todos los colores del arco iris.
Sonriéndole, ella extendió su mano. ―¿Dr. Tremaine, asumo?
―Si.
―Soy Harriet Howell. Es un placer conocerlo.
Se saludaron como los socios que eran y él la escoltó dentro de su casa de dos pisos. Era de más de setenta años, recién remodelada, y era una reliquia familiar. El abuelo de Ryan la construyó en los 40s, fue heredada por el padre de Ryan, quién la heredó a Ryan con su fallecimiento tres años atrás. Habiendo crecido ahí, conocía todos los rincones y escondites.
La señorita Howell miró hacia arriba de las escaleras. ―¿Dónde está Penny?
―Sigue durmiendo.
―¿Y los chicos?
―También durmiendo. ―Señalando el pasillo que llevaba a la parte de atrás de la casa―. Podemos hablar en la cocina.
Pum. Pum. Pum. El techo tembló con la fuerza con la que Penny corría por el pasillo hacia las escaleras que terminaban en el vestíbulo. Una segunda escalera daba acceso a la cocina, algo muy necesario y conveniente en esa enorme casa.
Él le había dicho a Penny que no corriera dentro de la casa, pero ella no podría recordar la regla o resistirse a hacerlo.
Ryan estaba a punto de decirle algo a la señorita Howell cuando Penny llegó al corredor y patinó hasta detenerse, con la parte superior de su pijama mal abotonada y sus pies descalzos en la alfombra de felpa.
Con los ojos muy abiertos, miraba con miedo fijamente el colorido saco de la señorita Howell. ―Alguien pintó su saco. Está desordenado.
Los ojos de la señorita Howell brillaron. ―Yo pienso que es hermoso. Igual que tu pijama. El rosa es mi color favorito.
Penny trotó el resto del camino de escaleras, y levantó su barbilla. ―Me gusta más el morado.
―El morado es lindo―respondió la señorita Howell―. Cada color es hermoso a su manera, ¿cierto? Especialmente el morado.
Riendo como una abuela, la señorita Howell guiñó el ojo a Ryan. ―Estaremos más que bien. ―Él soltó el aliento aliviado, y oficialmente presentó a Penny con la señorita Howell, y las llevó a la cocina con Penny agarrando la mano de la señorita Howell y conversando acerca de sus animales de peluche. Se apegaba muy fácilmente a las personas, un problema con extraños, pero una ventaja con una nueva niñera. Él necesitaba unas palabras con la señorita Howell antes de irse, así que esperó mientras ellas se servían cereal. Cuando Penny estaba ocupada con el desayuno, él le mostró a la señorita Howell la lista de teléfonos y reglas de la casa prendidas en una pizarra de corcho.
―Está clarísimo―dijo ella echando un vistazo.
―Kyle se cuida solo ―le dijo―. Y Eric tiene permiso para visitar a un amigo. La madre del chico lo recogerá más tarde.
La señorita Howell revisaba la lista, asintiendo en aprobación. ―Es usted muy organizado.
―Lo intento.
―Acerca de Penny… ―Ella bajó la voz―. La agencia me explicó la situación. Necesitamos tiempo para conocernos, pero soy muy creyente de las reglas. Los niños necesitan disciplina. Estoy segura de que usted está de acuerdo.
―Sí, pero Penny es diferente a la mayoría de niños. ―Y será diferente toda su vida―. No siempre es que no quiere hacer algo. A veces es que no puede.
Su expresión alegre cambió a lástima. ―¿Fue adoptada en Rusia? He oído sobre los terribles problemas con esos niños.
―Penny es mía―dijo él, reclamando no solo a su hija sino también la responsabilidad―. El alcoholismo fetal también ocurre acá. ―Cuando la señorita Howell esperó que dijera algo más, el dio su típica respuesta―. Es complicado.
―No importa entonces. ―Ella sacudió su mano―. ¿Hay algo en particular que necesite saber de ella?
¿Por dónde empezar? La televisión a todo volumen la hacía gritar, así que Ryan siempre mantenía el volumen bajo. Algunos olores le daban nauseas, así que cambió a una loción más suave. En cuanto a controlar los impulsos, ella no podía. Ryan no tenía tiempo de enseñarle a la señorita Howell acerca del TEAF, así que se conformó con lo obvio. ―Sólo mantenga un ojo en ella. Si le da la espalda por un minuto, ella hará algo.
Kyle entró a la cocina vestido para su práctica de baseball, vio a la señorita Howell y se presentó. Al menos uno de los hijos de Ryan tenía buenos modales, y él se sintió orgulloso, hasta que Eric apareció molesto con el ceño fruncido.
La señorita Howell tomó su enfado con calma, luego regresó a Ryan. ―Vaya a trabajar Dr. Tremaine. Estaremos bien.
―Tiene mi número. Llame si necesita algo.
Cogió sus llaves, luego paró para ver a Penny sentada en la mesa. Gotas de leche salpicaban alrededor del tazón, pero ella parecía feliz hoy. En cuanto a Kyle, él iba ya por su segundo tazón de mezcla de granola, y un galón de leche, la que Ryan había comprado ayer, estaba menos que un cuarto de llena. Cuando Erick casi se la termina, Ryan retuvo un suspiro. Tendría que parar en la tienda de regreso a casa, por lo que parecía la centésima vez desde que los chicos se habían mudado con él. ¿Cómo hacían los padres solteros para trabajar y hacer todo? Al menos él podía pagar por ayuda.
Después de una rápida despedida a sus hijos, condujo hasta Pacífic Eye Associates, donde él era socio con otros cuatro doctores en un consultorio muy ocupado. La medicina como ciencia cautivó el intelecto de Ryan, pero odiaba como la burocracia y los negocios acababan con la pasión. De esa forma, él era muy parecido a su padre. Un famoso neurocirujano; Garret Tremaine era la personificación de la perfección, y esperaba que su hijo hiciera lo mismo. Ryan nunca le contó sobre Penny o su situación. En cuanto a su madre, ella había fallecido de un ataque al corazón un poco antes que su padre. Ella sabía sobre Penny, y con su manera tan misericordiosa, lo animó para que involucrara a su hija en la familia.
Ryan amaba ferozmente a Penny, pero odiaba el TEAF y los desafíos que esto planteaba. Con la necesidad de tener una niñera permanente entró por la puerta de empleados y se fue directo a la oficina de Fran. Ella estaba sentada frente a su monitor viendo las citas de hoy.
Con su típico buen humor, ella sonrió como saludo. ― ¿Cómo estuvo tu fin de semana?
―Horrible.
Ella se reclinó en su silla. ―Entonces, ¿Qué hizo Penny esta vez? ¿O fue uno de los chicos? ―Con dos hijos adultos, Fran era una excelente consejera.
―Penny se perdió en el centro comercial. ―Le contó todo, incluyendo la intervención de Carly y como le entregó la tarjeta de negocios a pesar de su resistencia. ―Si ella llama, dile que no soy un imbécil.
Fran rió. ―Tú no eres un imbécil. De hecho, eres el segundo mejor jefe que jamás tuve. ―Su mejor jefe fue el santo padre de Ryan. Cuando Garret Tremaine falleció, Ryan se llevó a Fran a su propio consultorio.
―Gracias―dijo él secamente―. Eso la convencerá.
―Eso espero, entonces ¿que necesitas que haga si llama Carly?, ¿debo programar una entrevista?
―Definitivamente. A cualquier hora. En cualquier sitio donde quiera reunirse. Sólo házmelo saber.
Hablar de Carly le recordó de la visita de Denise y del galón de leche vacía. ―Necesito salir temprano hoy. ¿Cómo se ve mi horario?
Fran volteó el monitor. ―Tuvimos algunas cancelaciones. Si movemos a los Cárter, podrás irte a las tres.
―Hazlo. ―El confiaba en la señorita Howell, pero los primeros días con Penny podían ser duros. Sería inteligente e iría a casa temprano. Tenía que parar por leche. Pan también. Y más manzanas y queso. Así cuando Denise abra el refrigerador, y observe la media pulgada de leche en el galón, lo agite bajo su nariz como señal de incompetencia paternal.
Fran garabateaba en una nota adhesiva. ―Te avisaré si Carly llama.
―Gracias.
Ryan se dirigió a su oficina, cambió su saco por la bata blanca, y fue al laboratorio para ver a su primer paciente. Usualmente el trabajo lo absorbía, pero hoy miraba constantemente la aplicación de mensajería en el monitor de su computadora para ver si Carly había llamado. Cuando no hubo noticias de Fran para la hora de almuerzo, cogió un archivo e hizo algunos apuntes.
Un golpe en la puerta lo sorprendió. Levantando la vista, vio a Fran con una sonrisa en la cara. ―Carly Mason acaba de llamar.
―¿De verdad?
―Estará en tu casa a las cuatro en punto.
―¿Qué te parece?
―Me agrada―dijo Fran―. Hablamos por veinte minutos. Está enviando por correo electrónico su currículum, referencias, todo lo que necesitas para revisar sus antecedentes, además llevará todo en físico a la entrevista. Si acepta el trabajo, yo diría que escucharon tus oraciones.
Deja a Fran darle el crédito a Dios por una coincidencia. Era la naturaleza humana, pura y simple, la que guio a Penny a Animal Factory, pero él no se molestó en discutir con ella. Fran sabía lo que él pensaba acerca de eso, así que siempre estaban en desacuerdo.
―Creo que ella es la ideal ―remarcó Fran.
―Eso espero. ―Especialmente con Denise llegando justo después de la entrevista. Si Carly estaba calificada como él esperaba, podría presentársela a Denise, y ella podría interrogarla para su tranquilidad. Por otro lado, si la entrevista con Carly fallaba, la señorita Howell era su as bajo la manga.
Fran le recordó del almuerzo con un representante médico en la cocina de la oficina, luego lo dejó para que terminará sus notas. Se apresuró con los reportes de rutina, pero su mente estaba en la entrevista con Carly. Él no sabía mucho sobre ella, excepto que tenía experiencia con TEAF y que estaba en la escuela de posgrado. Era un buen comienzo. Un muy buen comienzo, pero él deseaba que ella luciera más como la señorita Howell, con todo y el cabello gris y pantalones holgados.
********
Carly tocó el timbre de la casa de los Tremaine, esperó por un minuto y tocó de nuevo. Cuando nadie contestó, regresó a la calle para revisar la dirección pintada en el bordillo. Ella estaba en la casa correcta, así que ¿dónde estaba el Dr. Tremaine?
Si quería librarse de la entrevista, esta era su oportunidad
Miró hacia atrás, hacia la casa de estuco blanco enmarcada por olmos caídos y el camino en forma de herradura. Era una zona rica, un viejo vecindario con casas personalizadas, árboles maduros, y tranquilas y sinuosas calles. No había ni un sólo grafiti a la vista. Tenía dos opciones —irse o quedarse— Carly se paró junto a su viejo Cavalier con el asfalto quemando a través de las suelas de sus zapatos planos. Así tanto como quería salir volando, tenía que ser justa. Los doctores solían retrasarse, ella lo hacía ocasionalmente. Un periodo de gracia de diez minutos parecía justo.
Los minutos pasaban hasta que un Honda Coupé color negro pasó volando en la calle sin salida, disminuyendo la velocidad y girando bruscamente en la entrada de la propiedad. El auto deportivo se vía como algo que Ryan Tremaine manejaría, así que se acercó con su bolso y su currículum vitae en la mano. La puerta del auto se abrió, la cajuela saltó, y el Dr. Tremaine salió del asiento del conductor en una avalancha de energía y movimiento.
―Siento llegar tarde― él le dijo mientras sacaba las bolsas de víveres de la cajuela. ¿Acabas de llegar?
―Hace como cinco minutos. Toqué el timbre, pero nadie contestó.
Sus cejas se levantaron. ―Los chicos han salido, pero Penny está acá con la niñera sustituta. Debería haber escuchado el timbre. ―Con las bolsas tambaleándose en sus brazos, puso su llave en la cerradura y llamó en voz alta―: ¿Señorita Howell?
No hubo respuesta.
Pasó junto a Carly rozándola, la llevó hacía un pequeño recibidor. Insegura sobre qué hacer, ella lo siguió a una enorme cocina que se abría a un salón familiar lleno de muebles sobrecargados, un corazón de ladrillo y una gigantesca televisión. Una manta afgana roja amontonada en el sillón y un centenar de legos de colores esparcidos por el suelo. Carly volvió a la cocina, donde el Dr. Tremaine había dejado las bolsas en el mostrador antes de ir hacia la escalera.
―¿Penny?― la llamó―. ¿Señorita Howell?
El estómago de Carly se estremeció. Con la impulsividad de Penny, cualquier cosa podría hacer pasado.
El Dr. Tremaine se alejó de las escaleras, murmuró una palabrota, y arrancó su corbata como si estuviese ahorcándolo. ―Tengo que encontrarla.
―Yo ayudaré.
Su mirada se desvió hacia una puerta corrediza de vidrio ligeramente entreabierta con cortinas de encaje torcidas y corridas hacía atrás. ―Pero qué diablos?
Caminó hacia la puerta, abrió más el vidrio y salió al jardín trasero. Una sexagenaria mujer, con un saco colorido caminaba a lo largo de la verja de hierro forjado en el lado más alejado de la piscina. Dándole la espalda, ella miraba hacia la colina detrás de la casa. Presumiblemente era la señorita Howell, y estaba buscando a Penny.
Después de dejar su cartera en la mesa, Carly siguió al Dr. Tremaine a un patio hermosamente decorado.
Diez pasos delante de ella, él caminó hacia el borde de la piscina turquesa, su cuello doblado mientras caminaba por todo el borde, mirando el fondo.
Dios Mio… No.
Carly mentalmente recordaba el RCP Pediátrico, rezando por no necesitarlo. Para cuando llegó al borde de los azulejos, el Dr. Tremaine había llegado al fondo. Su pecho levantándose, pasó sus manos por su cabello. Si Penny estaba en el agua, él hubiese saltado y la hubiese sacado. Carly respiraba más tranquila, pero el alivio era efímero.
A través de la piscina, la señorita Howell estaba parada petrificada junto a la verja de hierro que marcaba el borde del patio y una pendiente pronunciada que daba al Océano Pacífico. En cualquier otro momento, Carly hubiese disfrutado de la vista. Pero hoy, se acercaba a la señorita Howell con su cabeza llena de miedo y vieja culpa causada por perder un niño.
El Dr. Tremaine llegó donde la señorita Howell primero. ― ¿Dónde está mi hija?
―Yo, yo… ―pálida, ella rompió en sollozos―. Ella era incorregible. La puse a dormir una siesta. Pensé que la calmaría.
―¿Dónde está ella?
―No lo sé. ―Encogiéndose, la señorita Howell presionaba sus manos en sus mejillas, luchaba por inhalar, y volteó hacia Carly con una súplica en los ojos―. Nunca me había pasado esto antes. La perdí. No puedo creerlo.
―La encontraremos. ―Carly puso su mano en la manga de la señorita Howell y le dio un pequeño apretón. Ella estuvo una vez en los zapatos de la mujer, sólo que, en vez de enfrentar a un padre, ella había tenido que hacerlo con su jefe. “Estabas muy involucrada con ella, Carly. Perdiste tu distancia profesional, y Allison pagó por ello.” Carly también, pero ella había aprendido la lección.
Volviendo a la calma se enfocó en el Dr. Tremaine. ―¿Tiene Penny un escondite favorito?
Él pasó su mano por su cabello. ―Su armario. La he encontrado ahí antes.
La señorita Howell habló. ―Busqué ahí primero. Busqué por todos lados, pero es una casa tan grande. Es solo tan—…
―¿Hace cuánto se perdió? ―preguntó él.
La mujer angustiada retorcía sus manos. ―Yo, yo no lo sé. Kyle se fue a su práctica de baseball como a las 11, y Eric se fue con Nathan después del almuerzo. Intenté leerle una historia a Penny, pero ella no se quedaba quieta. Ella continuaba pateando la mesa de centro y no paraba ni cuando conté hasta tres. Intenté todo. Pensé que una siesta ayudaría.
Un músculo saltó en la quijada del Dr. Tremaine. ―¿Cuándo fue la última vez que vio a Penny?
―Hace una hora.
Con los labios sellados, inhaló rápidamente por la nariz. Carly esperaba una explosión, pero en cambio habló con la señorita Howell con el desprendimiento de un hombre en total control. ―¿Qué estuvo haciendo durante esa hora?
―Me quedé dormida―admitió―. Ha sido un día tan difícil, y… y me dormí en el sillón. Cuando fui a sacar a Penny de su habitación, ya no estaba. No puedo creer que esto pasara. Yo nunca…
―La encontraremos―dijo Carly nuevamente, pero su corazón cayó a sus pies. Ella había dicho esas mismas palabras sobre Allison y jamás la había visto de nuevo, no sabía si la adolescente estaba viva o muerta.
Como un jefe, el Dr. Tremaine dio un cortés asentimiento. ―Yo veré en la casa. Señorita Howell, pregunte a los vecinos. Tal vez alguien la ha visto.
―Si señor―corrió a través de la casa, dejando a Carly sola con el Dr. Tremaine.
―¿Dónde puedo empezar?―preguntó.
―Revisa afuera, incluyendo el viejo garaje de allá. ―El apuntó hacia un edificio bajo detrás de una pared―. Debe estar cerrado, pero Kyle guarda sus cosas de baseball ahí. Puede haberlo dejado abierto.
Fueron en direcciones opuestas. El Dr. Tremaine regresó a la casa y Carly caminó todo el perímetro de la verja. Las barras de hierro tenían cuatro pulgadas entre ellas, como barras de prisión, y no se doblaban ni un poquito. No era posible que Penny se deslizara a través de ellas. Aun así, Carly recorrió la empinada colina con sus ojos. Viendo nada, giró hacia la esquina de la verja y la pared, vio la puerta abierta y vio el traje de baile de la señorita Conejo en el suelo. Con un rastro de Penny, Carly corrió en esa dirección.
Si quería librarse de la entrevista, esta era su oportunidad
Miró hacia atrás, hacia la casa de estuco blanco enmarcada por olmos caídos y el camino en forma de herradura. Era una zona rica, un viejo vecindario con casas personalizadas, árboles maduros, y tranquilas y sinuosas calles. No había ni un sólo grafiti a la vista. Tenía dos opciones —irse o quedarse— Carly se paró junto a su viejo Cavalier con el asfalto quemando a través de las suelas de sus zapatos planos. Así tanto como quería salir volando, tenía que ser justa. Los doctores solían retrasarse, ella lo hacía ocasionalmente. Un periodo de gracia de diez minutos parecía justo.
Los minutos pasaban hasta que un Honda Coupé color negro pasó volando en la calle sin salida, disminuyendo la velocidad y girando bruscamente en la entrada de la propiedad. El auto deportivo se vía como algo que Ryan Tremaine manejaría, así que se acercó con su bolso y su currículum vitae en la mano. La puerta del auto se abrió, la cajuela saltó, y el Dr. Tremaine salió del asiento del conductor en una avalancha de energía y movimiento.
―Siento llegar tarde― él le dijo mientras sacaba las bolsas de víveres de la cajuela. ¿Acabas de llegar?
―Hace como cinco minutos. Toqué el timbre, pero nadie contestó.
Sus cejas se levantaron. ―Los chicos han salido, pero Penny está acá con la niñera sustituta. Debería haber escuchado el timbre. ―Con las bolsas tambaleándose en sus brazos, puso su llave en la cerradura y llamó en voz alta―: ¿Señorita Howell?
No hubo respuesta.
Pasó junto a Carly rozándola, la llevó hacía un pequeño recibidor. Insegura sobre qué hacer, ella lo siguió a una enorme cocina que se abría a un salón familiar lleno de muebles sobrecargados, un corazón de ladrillo y una gigantesca televisión. Una manta afgana roja amontonada en el sillón y un centenar de legos de colores esparcidos por el suelo. Carly volvió a la cocina, donde el Dr. Tremaine había dejado las bolsas en el mostrador antes de ir hacia la escalera.
―¿Penny?― la llamó―. ¿Señorita Howell?
El estómago de Carly se estremeció. Con la impulsividad de Penny, cualquier cosa podría hacer pasado.
El Dr. Tremaine se alejó de las escaleras, murmuró una palabrota, y arrancó su corbata como si estuviese ahorcándolo. ―Tengo que encontrarla.
―Yo ayudaré.
Su mirada se desvió hacia una puerta corrediza de vidrio ligeramente entreabierta con cortinas de encaje torcidas y corridas hacía atrás. ―Pero qué diablos?
Caminó hacia la puerta, abrió más el vidrio y salió al jardín trasero. Una sexagenaria mujer, con un saco colorido caminaba a lo largo de la verja de hierro forjado en el lado más alejado de la piscina. Dándole la espalda, ella miraba hacia la colina detrás de la casa. Presumiblemente era la señorita Howell, y estaba buscando a Penny.
Después de dejar su cartera en la mesa, Carly siguió al Dr. Tremaine a un patio hermosamente decorado.
Diez pasos delante de ella, él caminó hacia el borde de la piscina turquesa, su cuello doblado mientras caminaba por todo el borde, mirando el fondo.
Dios Mio… No.
Carly mentalmente recordaba el RCP Pediátrico, rezando por no necesitarlo. Para cuando llegó al borde de los azulejos, el Dr. Tremaine había llegado al fondo. Su pecho levantándose, pasó sus manos por su cabello. Si Penny estaba en el agua, él hubiese saltado y la hubiese sacado. Carly respiraba más tranquila, pero el alivio era efímero.
A través de la piscina, la señorita Howell estaba parada petrificada junto a la verja de hierro que marcaba el borde del patio y una pendiente pronunciada que daba al Océano Pacífico. En cualquier otro momento, Carly hubiese disfrutado de la vista. Pero hoy, se acercaba a la señorita Howell con su cabeza llena de miedo y vieja culpa causada por perder un niño.
El Dr. Tremaine llegó donde la señorita Howell primero. ― ¿Dónde está mi hija?
―Yo, yo… ―pálida, ella rompió en sollozos―. Ella era incorregible. La puse a dormir una siesta. Pensé que la calmaría.
―¿Dónde está ella?
―No lo sé. ―Encogiéndose, la señorita Howell presionaba sus manos en sus mejillas, luchaba por inhalar, y volteó hacia Carly con una súplica en los ojos―. Nunca me había pasado esto antes. La perdí. No puedo creerlo.
―La encontraremos. ―Carly puso su mano en la manga de la señorita Howell y le dio un pequeño apretón. Ella estuvo una vez en los zapatos de la mujer, sólo que, en vez de enfrentar a un padre, ella había tenido que hacerlo con su jefe. “Estabas muy involucrada con ella, Carly. Perdiste tu distancia profesional, y Allison pagó por ello.” Carly también, pero ella había aprendido la lección.
Volviendo a la calma se enfocó en el Dr. Tremaine. ―¿Tiene Penny un escondite favorito?
Él pasó su mano por su cabello. ―Su armario. La he encontrado ahí antes.
La señorita Howell habló. ―Busqué ahí primero. Busqué por todos lados, pero es una casa tan grande. Es solo tan—…
―¿Hace cuánto se perdió? ―preguntó él.
La mujer angustiada retorcía sus manos. ―Yo, yo no lo sé. Kyle se fue a su práctica de baseball como a las 11, y Eric se fue con Nathan después del almuerzo. Intenté leerle una historia a Penny, pero ella no se quedaba quieta. Ella continuaba pateando la mesa de centro y no paraba ni cuando conté hasta tres. Intenté todo. Pensé que una siesta ayudaría.
Un músculo saltó en la quijada del Dr. Tremaine. ―¿Cuándo fue la última vez que vio a Penny?
―Hace una hora.
Con los labios sellados, inhaló rápidamente por la nariz. Carly esperaba una explosión, pero en cambio habló con la señorita Howell con el desprendimiento de un hombre en total control. ―¿Qué estuvo haciendo durante esa hora?
―Me quedé dormida―admitió―. Ha sido un día tan difícil, y… y me dormí en el sillón. Cuando fui a sacar a Penny de su habitación, ya no estaba. No puedo creer que esto pasara. Yo nunca…
―La encontraremos―dijo Carly nuevamente, pero su corazón cayó a sus pies. Ella había dicho esas mismas palabras sobre Allison y jamás la había visto de nuevo, no sabía si la adolescente estaba viva o muerta.
Como un jefe, el Dr. Tremaine dio un cortés asentimiento. ―Yo veré en la casa. Señorita Howell, pregunte a los vecinos. Tal vez alguien la ha visto.
―Si señor―corrió a través de la casa, dejando a Carly sola con el Dr. Tremaine.
―¿Dónde puedo empezar?―preguntó.
―Revisa afuera, incluyendo el viejo garaje de allá. ―El apuntó hacia un edificio bajo detrás de una pared―. Debe estar cerrado, pero Kyle guarda sus cosas de baseball ahí. Puede haberlo dejado abierto.
Fueron en direcciones opuestas. El Dr. Tremaine regresó a la casa y Carly caminó todo el perímetro de la verja. Las barras de hierro tenían cuatro pulgadas entre ellas, como barras de prisión, y no se doblaban ni un poquito. No era posible que Penny se deslizara a través de ellas. Aun así, Carly recorrió la empinada colina con sus ojos. Viendo nada, giró hacia la esquina de la verja y la pared, vio la puerta abierta y vio el traje de baile de la señorita Conejo en el suelo. Con un rastro de Penny, Carly corrió en esa dirección.
guerre91- Administradora
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Fecha de inscripción : 24/04/2014
Re: TOGETHER WITH YOU - VICTORIA BYLIN
5
Ryan se apresuró a subir las escaleras hacía el segundo piso, llamando a Penny repetidamente en el tono más normal que pudo encontrar. ―¿Dónde estás, cariño?
Quiso escuchar una risita o incluso un sollozo, cualquier cosa que indicara que ella respiraba y estaba bien. ―¿Penny?
Aún sin respuesta.
Metódico por naturaleza, comenzó la búsqueda en su habitación abriendo las puertas del armario. Los juguetes y la ropa yacían en el suelo en un revoltijo que era exclusivamente de Penny, pero no había ni rastro de ella. Dejando las puertas abiertas, miró debajo de la cama sin tender, luego giró hacia la ventana que daba a las gruesas copas de hojas de un olmo. Había elegido esta habitación para Penny para que pudiera disfrutar escuchando a los pájaros. Ahora le preocupaba que ella hubiera alcanzado un gorrión y se hubiera caído al suelo. Con el corazón en la garganta, apartó hacía un lado las cortinas de encaje, comprobó la escena y exhaló un suspiro cuando vio los pestillos bien cerrados.
Luego revisó su propia habitación, solo le tomó un minuto, porque estaba ordenado militarmente. El orden siempre había estado en él, lo que hacía que el desorden en la mente de Penny fuera aún más misterioso para él.
A continuación, exploró la habitación de Eric, un desastre indescriptible.
Luego la habitación de Kyle, una mescolanza de ropa, libros y carteles deportivos en las paredes.
Ryan revisó los baños, el cuarto de lavado, incluso la puerta que da al espacio debajo de la sala de estar. Había mil escondites en la grande y vieja casa, y Ryan los conocía todos. Había crecido aquí y había pasado horas explorando e inventando juegos. Si no se hubiera convertido en médico, habría sido un biólogo marino explorando islas exóticas. En cambio, siguió los pasos de su padre, rebelándose solo lo suficiente para convertirse en oftalmólogo en lugar de neurocirujano.
Con Penny desaparecida, deseaba haberse convertido en cualquier cosa excepto en lo que era; un fracaso como esposo y padre, cansado, amargado, un prisionero de errores que no podía arreglar. Peor aún, Penny también era una prisionera, una prisionera que había escapado y necesitaba que la encontraran por su propia seguridad.
Bajó ruidosamente las escaleras de enfrente para revisar el primer piso, incluidas las habitaciones de la niñera en la parte más alejada de la casa. Cuando su pie golpeó el pasillo de la entrada embaldosado, sonó el timbre. Quizás un vecino había encontrado a Penny, o tal vez, era un oficial de policía con horribles noticias.
En ese pestañeo entre la esperanza y la certeza, Ryan miró hacia el abismo con completa impotencia. Deseaba poder rezar como su madre y Fran o cantar "Amazing Grace" como Carly, pero su único consuelo era las vueltas que daba el destino. Con el pecho apretado, abrió la puerta. En lugar de un vecino con Penny o un oficial de policía, se encontró cara a cara con Denise, muy sonriente y sosteniendo un canguro de peluche tan alto como Penny.
―Muy lindo, ¿no? ―Ella le tendió el peluche para que lo admirara―. Lo compré en Sydney la semana pasada. A Penny le encantará.
―Oh―Ryan se congeló.
Denise ladeó la cabeza. ―Sé que llego temprano. ¿Es éste un mal momento?
―No, si. Quiero decir, Oh . . . ―Estaba tartamudeando. Ryan nunca tartamudeaba.
Con su cabello recogido en un moño, Denise exudaba la autoridad tranquila de alguien acostumbrado a tener el control. Esa autoridad fue bien merecida. Hace unos años, había estado en un aterrizaje de emergencia por fuego y salvó un centenar de vidas. La heroína del día, había sido entrevistada en todas las cadenas de noticias principales.
Tal vez podría utilizar esa magia para encontrar a Penny. ―Adelante ―dijo él, más firme ahora―. Estoy en medio de otro problema de niñera.
Ella soltó un bufido. —Entonces, ¿qué pasó esta vez?
—Pese a las buenas referencias, la niñera de hoy se durmió en el sofá. Penny se esconde en alguna parte.
―¿Escondida? ―Las cejas perfectamente formadas de Denise se tensaron en líneas torcidas―. ¿Eso significa que no puedes encontrarla?
Con cada palabra, su voz se elevaba alcanzando un nuevo tono. Ryan quería implorar por la quinta enmienda, pero se conformó con esquivar la pregunta como un mal político. —Significa que la estamos buscando.
Con el canguro en una mano, Denise llamó por la escalera delantera. Penny, soy la tía DeeDee, tengo un regalo para ti.
Tratando de mantener las esperanzas, él escuchó los pasos que bajaban por las escaleras.
Nada.
―¿Penny? ―Denise llamó de nuevo, cuando no hubo respuesta, marchó por el pasillo hasta la cocina, dejó el canguro en el suelo, se dio la vuelta y miró a Ryan con la autoridad de un juez de la Corte Suprema―. Quiero saber exactamente qué sucedió.
A Penny le gusta salir corriendo. Es una clase de juego. Te contaré más después de que la encontremos.
Denise sacó su teléfono del bolsillo. ―Voy a llamar a la policía. ¿Cuánto tiempo hace que se fue?
―Es muy pronto.
―¿Cuánto tiempo? ―reclamó ella―. ¿Y esta niñera también está desaparecida? ¿La secuestró? Necesitamos una alerta AMBER.
Incluso si Penny hubiera salido por la puerta principal, parecía imposible que un extraño pudiera haberla sacado de esta vecindad tan tranquila. Pero, ¿qué tan lejos podría haber ido en una hora? Quizás era momento de llamar a la policía, después de todo. Excepto que esa llamada telefónica sería una mancha negra en su historial como padre, y Denise estaba llevando la cuenta. Cada minuto contaba, pero la lógica le decía que Penny estaba en algún lugar de la casa o cerca.
―Terminemos de revisar en la casa―le dijo―. La niñera que vino hoy está averiguando con los vecinos, y una mujer a la que estoy entrevistando está revisando atrás. Si no la encontramos en cinco minutos, llamaremos a la policía.
Denise bajó su teléfono, pero el brillo en sus ojos ardió más. ―Te daré tres, después llamo para esa Alerta AMBER.
Código Adam.
Alerta AMBER.
Denise tenía razón, el peligro acechaba por todas partes. Incluso dos minutos era demasiado si Penny estaba en problemas. ―Llamaré ahora, continúa buscando.
Cuando Denise salió al patio trasero, Ryan tomó el teléfono de la casa para marcar el 9-1-1.
********
Carly recogió el traje de bailarina púrpura del cemento y se dirigió al viejo garaje al lado de la casa. Diseñado para un automóvil, probablemente se había construido con la residencia original hacía más de una década. Las manchas de pintura estropeaban los laterales de estuco blanco, pero el portón era moderno, con un teclado para acceder. Con el traje de bailarina en la mano, pasó junto a un arbusto larguirucho rodeado por un delantal de bayas oscuras en el camino de cemento.
Cuando aplastó una baya con su zapato, miró hacia abajo y vio pequeñas pisadas color púrpura que conducían a una puerta lateral entreabierta. La abrió hasta que un ventilador de luz reveló un Chevy Impala de 1960, un automóvil como el que había visto en las Polaroid* de sus abuelos cuando estaban recién casados, excepto que se trataba de un convertible blanco inmaculado con la cubierta hacia abajo para revelar un interior color rojo cereza.
El auto la encantó, pero fue la visión de Penny en el asiento trasero, dormida y abrazando a la señorita Conejo, lo que hizo que el corazón de Carly palpitara de alivio. Inclinando la cintura, puso una mano sobre su hombro. —Penny, despierta.
Penny tumbada de medio lado, mientras se apoyaba las rodillas en el pecho, Carly vio huellas de color baya en la tapicería. Una mirada rápida reveló la entrada exacta de Penny en el coche. Abrió la puerta del pasajero, se subió al asiento delantero y pasó por encima del compartimiento de en medio hasta la parte trasera.
Teniendo en cuenta que el Impala había sido restaurado por completo, las manchas eran más que un desastre, Penny había hecho un daño real. La reacción del Dr. Tremaine ante la noticia sería un momento revelador, tal vez el momento en que Carly decidiera aceptar el trabajo o no. Ella esperaría que él se enojara, pero si valoraba el coche por encima de la niña, definitivamente tendría una razón para irse.
Le dio a Penny una segunda sacudida. ―Vamos cariño, tu papá está preocupado, iremos a buscarlo.
Con los párpados entre cerrados, Penny se volvió boca arriba, vio a Carly y se puso de pie con la señorita Conejo en su mano. —Tú eres la señora de los animales.
―Así es.
―Hiciste hablar a la señorita Conejo. ―Penny se arrastró por el asiento y se levantó para salir del coche—. Lance está arriba. Vamos por él.
Sin importar los golpes, abolladuras y jugo de bayas, Penny colocó una pierna por el costado. Carly la levantó y salió, caminaron hacia afuera del garaje; Penny agarrando a la señorita Conejo y Carly sosteniendo la mano de Penny. Al estilo del Mago de Oz, formaron un trío: una niña con el cerebro dañado, un animal de peluche que necesitaba el corazón de una niña y una ex trabajadora social que no tenía el valor de superar sus problemas.
Tomadas de la mano, caminaron hacia el patio trasero, Carly tarareando "Follow the Yellow Brick Road*". Carly no estaba lista para aceptar el trabajo, pero encontrar a Penny la llenó de algo parecido a la esperanza. Con el corazón más ligero de lo que había estado en meses, casi podía perdonarse a sí misma por perder a Allison.
Penny había escuchado una vez a un médico decir que su cerebro era como un rompecabezas al que le faltaban piezas. Ella no entendía lo que eso significaba, o lo que significaba TEAF. Ella solo sabía que era diferente. Cuando los adultos hablaban, escuchaba algunas de las palabras, pero no todas. Otras veces las palabras significaban algo diferente para el adulto de lo que significaban para ella, como lo que sucedió esta mañana con la Sra. Howell. Cuando la niñera dijo—: Haz tu cama, Penny le respondió—: ¿Que haga qué?
Cosas así pasaban todo el tiempo. A Penny no le importaba hacer la cama, fuese lo que fuese lo que eso significara, pero le importaba mucho un lugar llamado el cielo. La tía DeeDee dijo que su madre estaba allí y la miraba. Si eso era cierto, ¿por qué Penny no podía verla? Y si el cielo era un lugar, ¿por qué Penny no podía encontrarlo y volver a estar con mamá?
Por eso se había perdido en el centro comercial, eso y el ruido espantoso y los malos olores de la sala de juegos. Por ello hoy se había apresurado para ir al garaje apenas la señora Howell se durmió. Anoche, el Dr. Tremaine le dijo a Kyle que su viejo auto lo llevó atrás en el tiempo a cuando tenía la edad de Kyle. Con la esperanza de volver atrás en el tiempo y encontrar a su mamá, Penny se subió, cerró los ojos y… ¡funcionó! El coche no la llevó con su madre en el cielo, pero trajo a Carly de la Fábrica de Animales.
Aferrándose tanto a la señorita Conejo como a Carly, Penny atravesó la puerta que conducía al patio trasero. Una brisa sopló a través de la valla y de repente quiso…Penny no sabía lo que quería, pero Carly estaba aquí y eso la hizo feliz lo suficientemente como para soltarse y girar en círculo, lo hizo, solo porque quería dar vueltas.
Carly fue tras ella, la tomó de la mano y juntas pasaron por la piscina donde Penny podría ser una sirena. Había visto la película sobre Ariel cientos de veces, o al menos partes de ella, porque era demasiado difícil quedarse quieta durante tanto tiempo.
―¿Sabes nadar? ―preguntó Carly.
Penny no sabía a qué se refería Carly, pero dijo que sí porque pensó que eso era lo que Carly quería escuchar. Cuando Penny vivía con su madre, pasaban mucho tiempo en la piscina de su apartamento. Penny sabía cómo patear y mover los brazos, algo que su madre llamaba nadar como perrito, lo que no tenía sentido para Penny, porque ella no era un perro. Los perros la asustaban, pero a ella le gustaban los gatos porque no ladraban ni saltaban sobre ella.
Ella y Carly estaban a cinco pasos de la casa cuando la puerta corrediza de vidrio se abrió de golpe y la tía DeeDee salió corriendo con los brazos abiertos y la boca abierta como un pez grande.
―¡Penny! Oh Dios mío.
La tía DeeDee la abrazó con tanta fuerza que Penny no podía respirar. La tía DeeDee también lloraba, como el día en que la madre de Penny se fue al cielo. Penny no entendía ese viaje en absoluto. ¿Cómo era que viajar en un bote y arrojar cenizas al océano llevaba a una persona al cielo? La tía Dee Dee dijo que Penny era demasiado joven para comprender y que algún día se lo explicaría mejor. Pero Penny quería saberlo ahora. Incluso le había preguntado al Dr. Tremaine el día que le dijo que era su papá, pero él solo dijo que su mamá se había ido para siempre. Si el auto mágico no funcionaba, tal vez Penny encontraría un bote y la buscaría en el océano.
Se liberó de los brazos de su tía y vio al Dr. Tremaine entrar por la puerta con el gran teléfono de la casa pegado a la oreja, dijo algo como―: La encontramos. Si. Si. Ella está a salvo. ―Luego puso el teléfono en una maceta de ladrillos, se acercó a ella y se dejó caer sobre una rodilla.
―Hola corazón. ―Él le puso la mano en el hombro de una manera agradable―. ¿Dónde estabas?
Le preocupaba que el Dr. Tremaine se enojara, así que mintió. ―No sé.
―Creo que sí―dijo con su voz de papá. Él le decía todo el tiempo que lo llamara papá, o incluso un nombre especial que ella inventara. Simplemente no quería que lo llamara Dr. Tremaine. Eso no le agradaba. El Dr. Tremaine se sentía bien solo porque Penny visitaba a muchos médicos y él actuaba como uno.
―¿Te estabas escondiendo? ―dijo con esa misma voz agradable.
Ella no quería decir que sí, porque el coche mágico era especial y él podría moverlo o cerrar el portón del garaje con llave, así que señaló el aire detrás de la casa. ―Fui allí.
La tía DeeDee se agachó y la abrazó con tanta fuerza como la primera vez.
Su papá se puso de pie, luego alargó su gran mano y le tocó el cabello. Le hizo cosquillas y Penny se apartó. La tía DeeDee levantó la barbilla hacia su papá como si estuviera enojada, se puso de pie como él y le dijo que tenía que dar algunas explicaciones. Penny creyó que se gritarían el uno al otro, pero el Dr. Tremaine puso esa cara tensa que significaba que estaba pensando en algo antes de hablar, algo que tenía que ver con lo que pasó con Penny.
Finalmente se volvió hacia Carly. ―¿Dónde estaba?
―En el garaje, durmiendo en el viejo Impala.
Penny deseaba que Carly hubiera guardado el secreto, pero Carly no sabía que el auto era mágico.
La tía DeeDee bufó. ―Esto es inaceptable. Qué pasa con el humo o…o…― Ella seguía tartamudeando sobre cosas malas, como que el auto rodara hacia atrás o que Penny quedara encerrada en el garaje. Penny entendió algo de lo que dijo la tía DeeDee, pero no todas las palabras. Finalmente, la tía DeeDee dejó de hablar del auto mágico.
Enojada y molesta, la tía DeeDee miró al papá de Penny con el ceño fruncido. ―No lo entiendo, Ryan. ¿Qué tan difícil puede ser encontrar una niñera competente?
―Más duro de lo que piensas―dijo con su voz de médico.
La tía DeeDee lo miró furiosa y luego colocó sus manos en el rostro de Penny. ―Penny, no puedes irte así, sola.
―Pero no estaba sola. —Levantó a la señorita Conejo para mostrarle.
La tía DeeDee se tapó la boca con los dedos como si fuera a llorar de nuevo, pero Penny no vio el gran problema. ―Fue como en el centro comercial, llegué sola a la tienda Fábrica de Animales, estuvo muy divertido.
Su papá se quejó. ―Penny, eso es suficiente.
¿Por qué estaba enojado? Ella estaba diciendo la verdad, así como él le había dicho que hiciera. Resopló un poco y luego miró a la tía DeeDee. ―Eric estaba siendo malo conmigo, así que lo dejé en la estúpida sala de juegos y fui a la tienda Fábrica de Animales, porque ahí es donde Bethany tenía su fiesta de cumpleaños. Carly estaba allí e hizo hablar a la señorita Conejo. Luego llegó el Dr. Tremaine, Kyle, Eric y un hombre con placa, y... y…―Penny perdió el hilo de la historia, así que se volvió hacia Carly y levantó a la señorita Rabbit―. Hazla hablar. ¿Sí?
Los tres adultos la miraron. La boca de su papá estaba apretada como una cremallera, pero torcida. Las cejas de la tía Dee Dee eran tan altas que parecían montañas. Carly era la única persona que tenía una cara normal. Carly miró a la tía DeeDee, luego al papá de Penny. ―Los tres tenemos que hablar. —Le tendió la mano a la tía DeeDee—. Soy Carly Mason, y estoy aquí para una entrevista para el trabajo de niñera.
La tía DeeDee le estrechó la mano, pero no parecía feliz por ello. ―Soy Denise Caldwell, la tía de Penny, la hermana de su madre.
―Es una niña muy especial―dijo Carly, sonriéndole a Penny.
Penny no se sentía especial. Ella simplemente se sentía diferente. Abrazando a la Conejita, deseó…no sabía lo que deseaba.
El Dr. Tremaine miró hacia la casa. Penny volvió la cabeza y vio a la señora Howell junto a la gran puerta de cristal con la mano en el pecho.
Su papá gritó―: La encontramos. —Luego tomó la mano de Penny—. La tía DeeDee y yo tenemos que hablar con Carly.
—Está bien.
Cuando su papá la acompañó a la casa y le dijo a la Sra. Howell que le diera Oreos y un gran vaso de leche, Penny se puso feliz. A ella le gustaban mucho las galletas Oreos y se lo dijo a su papá. Él le respondió que también le gustaban, después la abrazó con tanta fuerza como la tía DeeDee, incluso más fuerte, y regresó al patio.
* Polaroid: Fotos instantáneas
* Follow the yellow brick road: Canción del Mago de OZ
Cuando aplastó una baya con su zapato, miró hacia abajo y vio pequeñas pisadas color púrpura que conducían a una puerta lateral entreabierta. La abrió hasta que un ventilador de luz reveló un Chevy Impala de 1960, un automóvil como el que había visto en las Polaroid* de sus abuelos cuando estaban recién casados, excepto que se trataba de un convertible blanco inmaculado con la cubierta hacia abajo para revelar un interior color rojo cereza.
El auto la encantó, pero fue la visión de Penny en el asiento trasero, dormida y abrazando a la señorita Conejo, lo que hizo que el corazón de Carly palpitara de alivio. Inclinando la cintura, puso una mano sobre su hombro. —Penny, despierta.
Penny tumbada de medio lado, mientras se apoyaba las rodillas en el pecho, Carly vio huellas de color baya en la tapicería. Una mirada rápida reveló la entrada exacta de Penny en el coche. Abrió la puerta del pasajero, se subió al asiento delantero y pasó por encima del compartimiento de en medio hasta la parte trasera.
Teniendo en cuenta que el Impala había sido restaurado por completo, las manchas eran más que un desastre, Penny había hecho un daño real. La reacción del Dr. Tremaine ante la noticia sería un momento revelador, tal vez el momento en que Carly decidiera aceptar el trabajo o no. Ella esperaría que él se enojara, pero si valoraba el coche por encima de la niña, definitivamente tendría una razón para irse.
Le dio a Penny una segunda sacudida. ―Vamos cariño, tu papá está preocupado, iremos a buscarlo.
Con los párpados entre cerrados, Penny se volvió boca arriba, vio a Carly y se puso de pie con la señorita Conejo en su mano. —Tú eres la señora de los animales.
―Así es.
―Hiciste hablar a la señorita Conejo. ―Penny se arrastró por el asiento y se levantó para salir del coche—. Lance está arriba. Vamos por él.
Sin importar los golpes, abolladuras y jugo de bayas, Penny colocó una pierna por el costado. Carly la levantó y salió, caminaron hacia afuera del garaje; Penny agarrando a la señorita Conejo y Carly sosteniendo la mano de Penny. Al estilo del Mago de Oz, formaron un trío: una niña con el cerebro dañado, un animal de peluche que necesitaba el corazón de una niña y una ex trabajadora social que no tenía el valor de superar sus problemas.
Tomadas de la mano, caminaron hacia el patio trasero, Carly tarareando "Follow the Yellow Brick Road*". Carly no estaba lista para aceptar el trabajo, pero encontrar a Penny la llenó de algo parecido a la esperanza. Con el corazón más ligero de lo que había estado en meses, casi podía perdonarse a sí misma por perder a Allison.
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Penny había escuchado una vez a un médico decir que su cerebro era como un rompecabezas al que le faltaban piezas. Ella no entendía lo que eso significaba, o lo que significaba TEAF. Ella solo sabía que era diferente. Cuando los adultos hablaban, escuchaba algunas de las palabras, pero no todas. Otras veces las palabras significaban algo diferente para el adulto de lo que significaban para ella, como lo que sucedió esta mañana con la Sra. Howell. Cuando la niñera dijo—: Haz tu cama, Penny le respondió—: ¿Que haga qué?
Cosas así pasaban todo el tiempo. A Penny no le importaba hacer la cama, fuese lo que fuese lo que eso significara, pero le importaba mucho un lugar llamado el cielo. La tía DeeDee dijo que su madre estaba allí y la miraba. Si eso era cierto, ¿por qué Penny no podía verla? Y si el cielo era un lugar, ¿por qué Penny no podía encontrarlo y volver a estar con mamá?
Por eso se había perdido en el centro comercial, eso y el ruido espantoso y los malos olores de la sala de juegos. Por ello hoy se había apresurado para ir al garaje apenas la señora Howell se durmió. Anoche, el Dr. Tremaine le dijo a Kyle que su viejo auto lo llevó atrás en el tiempo a cuando tenía la edad de Kyle. Con la esperanza de volver atrás en el tiempo y encontrar a su mamá, Penny se subió, cerró los ojos y… ¡funcionó! El coche no la llevó con su madre en el cielo, pero trajo a Carly de la Fábrica de Animales.
Aferrándose tanto a la señorita Conejo como a Carly, Penny atravesó la puerta que conducía al patio trasero. Una brisa sopló a través de la valla y de repente quiso…Penny no sabía lo que quería, pero Carly estaba aquí y eso la hizo feliz lo suficientemente como para soltarse y girar en círculo, lo hizo, solo porque quería dar vueltas.
Carly fue tras ella, la tomó de la mano y juntas pasaron por la piscina donde Penny podría ser una sirena. Había visto la película sobre Ariel cientos de veces, o al menos partes de ella, porque era demasiado difícil quedarse quieta durante tanto tiempo.
―¿Sabes nadar? ―preguntó Carly.
Penny no sabía a qué se refería Carly, pero dijo que sí porque pensó que eso era lo que Carly quería escuchar. Cuando Penny vivía con su madre, pasaban mucho tiempo en la piscina de su apartamento. Penny sabía cómo patear y mover los brazos, algo que su madre llamaba nadar como perrito, lo que no tenía sentido para Penny, porque ella no era un perro. Los perros la asustaban, pero a ella le gustaban los gatos porque no ladraban ni saltaban sobre ella.
Ella y Carly estaban a cinco pasos de la casa cuando la puerta corrediza de vidrio se abrió de golpe y la tía DeeDee salió corriendo con los brazos abiertos y la boca abierta como un pez grande.
―¡Penny! Oh Dios mío.
La tía DeeDee la abrazó con tanta fuerza que Penny no podía respirar. La tía DeeDee también lloraba, como el día en que la madre de Penny se fue al cielo. Penny no entendía ese viaje en absoluto. ¿Cómo era que viajar en un bote y arrojar cenizas al océano llevaba a una persona al cielo? La tía Dee Dee dijo que Penny era demasiado joven para comprender y que algún día se lo explicaría mejor. Pero Penny quería saberlo ahora. Incluso le había preguntado al Dr. Tremaine el día que le dijo que era su papá, pero él solo dijo que su mamá se había ido para siempre. Si el auto mágico no funcionaba, tal vez Penny encontraría un bote y la buscaría en el océano.
Se liberó de los brazos de su tía y vio al Dr. Tremaine entrar por la puerta con el gran teléfono de la casa pegado a la oreja, dijo algo como―: La encontramos. Si. Si. Ella está a salvo. ―Luego puso el teléfono en una maceta de ladrillos, se acercó a ella y se dejó caer sobre una rodilla.
―Hola corazón. ―Él le puso la mano en el hombro de una manera agradable―. ¿Dónde estabas?
Le preocupaba que el Dr. Tremaine se enojara, así que mintió. ―No sé.
―Creo que sí―dijo con su voz de papá. Él le decía todo el tiempo que lo llamara papá, o incluso un nombre especial que ella inventara. Simplemente no quería que lo llamara Dr. Tremaine. Eso no le agradaba. El Dr. Tremaine se sentía bien solo porque Penny visitaba a muchos médicos y él actuaba como uno.
―¿Te estabas escondiendo? ―dijo con esa misma voz agradable.
Ella no quería decir que sí, porque el coche mágico era especial y él podría moverlo o cerrar el portón del garaje con llave, así que señaló el aire detrás de la casa. ―Fui allí.
La tía DeeDee se agachó y la abrazó con tanta fuerza como la primera vez.
Su papá se puso de pie, luego alargó su gran mano y le tocó el cabello. Le hizo cosquillas y Penny se apartó. La tía DeeDee levantó la barbilla hacia su papá como si estuviera enojada, se puso de pie como él y le dijo que tenía que dar algunas explicaciones. Penny creyó que se gritarían el uno al otro, pero el Dr. Tremaine puso esa cara tensa que significaba que estaba pensando en algo antes de hablar, algo que tenía que ver con lo que pasó con Penny.
Finalmente se volvió hacia Carly. ―¿Dónde estaba?
―En el garaje, durmiendo en el viejo Impala.
Penny deseaba que Carly hubiera guardado el secreto, pero Carly no sabía que el auto era mágico.
La tía DeeDee bufó. ―Esto es inaceptable. Qué pasa con el humo o…o…― Ella seguía tartamudeando sobre cosas malas, como que el auto rodara hacia atrás o que Penny quedara encerrada en el garaje. Penny entendió algo de lo que dijo la tía DeeDee, pero no todas las palabras. Finalmente, la tía DeeDee dejó de hablar del auto mágico.
Enojada y molesta, la tía DeeDee miró al papá de Penny con el ceño fruncido. ―No lo entiendo, Ryan. ¿Qué tan difícil puede ser encontrar una niñera competente?
―Más duro de lo que piensas―dijo con su voz de médico.
La tía DeeDee lo miró furiosa y luego colocó sus manos en el rostro de Penny. ―Penny, no puedes irte así, sola.
―Pero no estaba sola. —Levantó a la señorita Conejo para mostrarle.
La tía DeeDee se tapó la boca con los dedos como si fuera a llorar de nuevo, pero Penny no vio el gran problema. ―Fue como en el centro comercial, llegué sola a la tienda Fábrica de Animales, estuvo muy divertido.
Su papá se quejó. ―Penny, eso es suficiente.
¿Por qué estaba enojado? Ella estaba diciendo la verdad, así como él le había dicho que hiciera. Resopló un poco y luego miró a la tía DeeDee. ―Eric estaba siendo malo conmigo, así que lo dejé en la estúpida sala de juegos y fui a la tienda Fábrica de Animales, porque ahí es donde Bethany tenía su fiesta de cumpleaños. Carly estaba allí e hizo hablar a la señorita Conejo. Luego llegó el Dr. Tremaine, Kyle, Eric y un hombre con placa, y... y…―Penny perdió el hilo de la historia, así que se volvió hacia Carly y levantó a la señorita Rabbit―. Hazla hablar. ¿Sí?
Los tres adultos la miraron. La boca de su papá estaba apretada como una cremallera, pero torcida. Las cejas de la tía Dee Dee eran tan altas que parecían montañas. Carly era la única persona que tenía una cara normal. Carly miró a la tía DeeDee, luego al papá de Penny. ―Los tres tenemos que hablar. —Le tendió la mano a la tía DeeDee—. Soy Carly Mason, y estoy aquí para una entrevista para el trabajo de niñera.
La tía DeeDee le estrechó la mano, pero no parecía feliz por ello. ―Soy Denise Caldwell, la tía de Penny, la hermana de su madre.
―Es una niña muy especial―dijo Carly, sonriéndole a Penny.
Penny no se sentía especial. Ella simplemente se sentía diferente. Abrazando a la Conejita, deseó…no sabía lo que deseaba.
El Dr. Tremaine miró hacia la casa. Penny volvió la cabeza y vio a la señora Howell junto a la gran puerta de cristal con la mano en el pecho.
Su papá gritó―: La encontramos. —Luego tomó la mano de Penny—. La tía DeeDee y yo tenemos que hablar con Carly.
—Está bien.
Cuando su papá la acompañó a la casa y le dijo a la Sra. Howell que le diera Oreos y un gran vaso de leche, Penny se puso feliz. A ella le gustaban mucho las galletas Oreos y se lo dijo a su papá. Él le respondió que también le gustaban, después la abrazó con tanta fuerza como la tía DeeDee, incluso más fuerte, y regresó al patio.
* Polaroid: Fotos instantáneas
* Follow the yellow brick road: Canción del Mago de OZ
guerre91- Administradora
- Mensajes : 112
Fecha de inscripción : 24/04/2014
Re: TOGETHER WITH YOU - VICTORIA BYLIN
Muchas gracias
Marina Bernal- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 22/09/2018
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